jueves, 1 de octubre de 2009

No es la panacea pero sí ayuda

No estoy descubriendo la pólvora si digo que la de periodista es una de las profesiones en las que más intrusismo existe. Aunque yo el término periodista lo aplico a la persona que investiga, elabora y genera información de interés, y no a tantos y tantas presentadores que copan programas casposos donde otros y otras pseudo-tertulianos-periodistas hablan hasta del sexo de los ángeles con el único currículum de haberse acostado con este o con aquella. Eso no es ni periodismo ni periodistas... es otra cosa.
Al margen de esos, los medios de comunicación están repletos de personas que ejercen el periodismo sin tener la formación adecuada, esto es, la licenciatura.
No seré yo quien ponga en duda el trabajo y la profesionalidad de tantos y tantas que desde hace años ejercen esta bellísima profesión con toda la dignidad del mundo; les falta el título, es cierto, pero es que así lo obligaba las circunstancias de su tiempo. Lo que sí me resulta más preocupante es que las redacciones se sigan llenando de jóvenes que, en lugar de utilizar la puerta de la Universidad, prefirieron utilizar para entrar en el sector la más fácil del cogotazo o el contacto eléctrico.
Siempre he defendido a todos esos compañeros que, pese a no tener titulación, son magníficos periodistas. Mi teoría es que la Universidad no es garantía de nada... y el ejemplo lo tenemos en todos esos compañeros que, pese a tener la titulación, son lamentables periodistas.
Sin embargo, una serie de acontecimientos que he vivido en mi trayectoria laboral, unidos a algunas situaciones increíbles más propias de una república bananera que de una sociedad democrática en pleno siglo XXI y del Primer Mundo, me han hecho matizar mi posicionamiento. Sigo manteniendo mi total apoyo a quienes ejercen dignamente y con una total profesionalidad pese a no tener papeles. Pero creo que en algún momento hay que colocar la línea. Yo lo hago aquí mismo. Quien no lo haya hecho es porque no ha querido y, como dice mi chiquillo, tiempo ha tenido. Con las excepciones a las que me he referido, resulta obligado -una exigencia diría yo- el desechar la contratación como periodistas de simples juntaletras que por el único honor de poner dinero en este o aquel proyecto; o de tener la mejor de las intenciones y la mayor de las voluntades; o el tener un cuerpo y una cara bonicas que gustan mucho... son auténticos intrusos en un sector creando situaciones impensables en otros ámbitos. No es que ellos quieran hacerlo mal, de hecho en la inmensa mayoría de las ocasiones se desenvuelven con cierta solvencia, pero el cante lo dan cuando tiene lugar una situación extraordinaria, imprevista, no controlada... siendo su opción para resolver el asunto una salida de tono antes que un gesto profesional. Y es ahí, en las distancias cortas y no acotadas, donde se nota que la Universidad sirve para algo.
Por todo ello, a partir de este punto, quien quiera trabajar que enseñe el papelito.

2 comentarios :

elPakoP dijo...

Lo que yo creo que es un periodista de verdad, está perfectamente expuesto en esta entrada:

http://www.mimesacojea.com/2009/10/periodismo-de-verdad.html

Un saludo.

Armenteros dijo...

La formación universitaria, sin querer pecar de elitista, se nota. Actualmente, coincido contigo, es difícil que alguien no pueda estudiar la profesión que desea.