Se acabó la aventura londinense. Ya estamos en casa. Llegamos casi a las once de la noche de ayer domingo, y por eso no pude ser fiel -con la puntualidad torrecampeña que me caracteriza- a traer a este espacio la crónica del día. Demasiado cansado del viaje, y sin demasiadas ganas de escribir.
La jornada comenzó, como siempre, poniéndonos puos -dentro de lo que había- en el desayuno bufé del hotel. No había aceite de oliva, o al menos el que nosotros conocemos; nos facilitaban algo parecido al aceite cuando estaba dentro de la botella, pero al caer sobre el pan tenía más aspecto de aceite de girasol, o simplemente agua. Al margen de eso, el resto bastante bien: embutido, mucha fruta, café, infusiones, algunos dulces, yogures, gran variedad de quesos...
Desayuno fuerte y a afrontar la única actividad prevista para la mañana: visita a la Torre de Londres. Era la tercera vez que la veía por fuera, y la primera en la que la recorría por dentro. No costó barata, pero mereció la pena. Impresionante la fortaleza -hasta que no estás dentro no entiendes su verdadera dimensión-, y no únicamente por su historia, por la leyenda de los cuervos (seis) que acoge, o por los impresionantes tesoros de la Casa Real que hay en su interior, sino también por la buenísima recreación que nos muestra de lo que fue el castillo en su época. Sólo faltaban por allí los reyes, reinas y demás nobleza haciendo de las suyas... pues algunos vecinos de antaño sí que nos encontramos.
Como digo, quedé gratamente impresionado. Me acordé mucho del Centro de Interpretación del Castillo de Santa Catalina. Lógicamente resultan incomparables las dos fortalezas, al igual que las dos ciudades, sus gentes, su turismo... pero ¡¡¡cuánto podría aprender nuestros políticos-responsables-públicos de lugares como la Torre de Londres para después vender turísticamente nuestra provincia!!!. Eso sí que es apostar por el turismo, y no muchas, muchísimas de las cosas que vemos por aquí.
Unas dos horas y media estuvimos en la Torre. Después, fácil... regreso al hotel, transporte al aeropuerto, embarcamos en el avión, llegada a Málaga, recogida de los coches, y regreso a Jaén. ¿Lo que más se me quedó de todo el trayecto?. Mi esposa, en el viaje de Málaga a Jaén, optó por la música de Nino Bravo. Hace unos días compró un disco con sus mejores canciones. Vaya tipo. Con razón tenía locas a todas las chicas. No sólo le dedicó una canción a Noelia... también a María, a Carolina... y porque no puse demasiada atención en las otras letras, pero seguro que hay más.
Punto y final a un gran viaje en el que quedaron cosas por hacer. Por ejemplo, visitar la Abadía de Westminster, el mercadillo de Notting Hill, asistir a una representación en el Shakespeare's Globe, y recorrer las calles emblemáticas del barrio de Marylebone. ¡Ea!, ya hay deberes y excusa para la próxima.
La jornada comenzó, como siempre, poniéndonos puos -dentro de lo que había- en el desayuno bufé del hotel. No había aceite de oliva, o al menos el que nosotros conocemos; nos facilitaban algo parecido al aceite cuando estaba dentro de la botella, pero al caer sobre el pan tenía más aspecto de aceite de girasol, o simplemente agua. Al margen de eso, el resto bastante bien: embutido, mucha fruta, café, infusiones, algunos dulces, yogures, gran variedad de quesos...
Desayuno fuerte y a afrontar la única actividad prevista para la mañana: visita a la Torre de Londres. Era la tercera vez que la veía por fuera, y la primera en la que la recorría por dentro. No costó barata, pero mereció la pena. Impresionante la fortaleza -hasta que no estás dentro no entiendes su verdadera dimensión-, y no únicamente por su historia, por la leyenda de los cuervos (seis) que acoge, o por los impresionantes tesoros de la Casa Real que hay en su interior, sino también por la buenísima recreación que nos muestra de lo que fue el castillo en su época. Sólo faltaban por allí los reyes, reinas y demás nobleza haciendo de las suyas... pues algunos vecinos de antaño sí que nos encontramos.
Como digo, quedé gratamente impresionado. Me acordé mucho del Centro de Interpretación del Castillo de Santa Catalina. Lógicamente resultan incomparables las dos fortalezas, al igual que las dos ciudades, sus gentes, su turismo... pero ¡¡¡cuánto podría aprender nuestros políticos-responsables-públicos de lugares como la Torre de Londres para después vender turísticamente nuestra provincia!!!. Eso sí que es apostar por el turismo, y no muchas, muchísimas de las cosas que vemos por aquí.
Unas dos horas y media estuvimos en la Torre. Después, fácil... regreso al hotel, transporte al aeropuerto, embarcamos en el avión, llegada a Málaga, recogida de los coches, y regreso a Jaén. ¿Lo que más se me quedó de todo el trayecto?. Mi esposa, en el viaje de Málaga a Jaén, optó por la música de Nino Bravo. Hace unos días compró un disco con sus mejores canciones. Vaya tipo. Con razón tenía locas a todas las chicas. No sólo le dedicó una canción a Noelia... también a María, a Carolina... y porque no puse demasiada atención en las otras letras, pero seguro que hay más.
Punto y final a un gran viaje en el que quedaron cosas por hacer. Por ejemplo, visitar la Abadía de Westminster, el mercadillo de Notting Hill, asistir a una representación en el Shakespeare's Globe, y recorrer las calles emblemáticas del barrio de Marylebone. ¡Ea!, ya hay deberes y excusa para la próxima.
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