Me pasó esta pasada campaña de aceituna. Estaba cogiendo aceituna, y el manijero (también es válido manigero) dijo algo así como... "echad un aleo y coged también las aceitunas más gordas que se van quedando detrás de los montones".
Os contextualizo. Como había poca aceituna en las ramas de los olivos, y bastante ya caída en el suelo, se opta por tirarla toda al suelo. Tras las varas (que la tiran del olivo al suelo) van las sopladoras (juntan las aceitunas caídas), a continuación los cepillos (hacen montones las aceitunas), y después alguien va cogiendo esos montones en espuertas para echarlas finalmente al remolque.
Estábamos en esa última fase de recogida de montones, donde no te puedes entretener mucho; recoges lo más gordo (donde más hay), sin tiempo para coger esta o aquella aceituna suelta y alejada de los montones porque, de ser así, no es rentable el trabajo desde un punto de vista económico.
Todos los jornaleros lo tienen claro, pero en este olivar las aceitunas eran especialmente gordas, y el manigero entendió que resultaba interesante recoger tanto los montones como las aceitunas más próximas a ellos. Y dio la orden con ese... "echad un aleo...".
Y aquí encontramos nuestra palabra protagonista: aleo.
Debo reconocer que no es novedosa para mí, y que la he usado como receptor y como emisor en numerosas ocasiones. Con ella se intenta decir que se realice una determinada actividad de manera rápida y sin demasiado detenimiento, pero con el objetivo de conseguir algo. En el caso que nos ocupa, coger las aceitunas próximas a los montones pero sin pararse mucho porque el jornal que se paga es alto, y no podemos perder tiempo en aceitunas que haya que coger de una en una, de manera laboriosa.
Ese es el sentido con el que el manijero usó aleo, y con la que yo suelo utilizarla. Lo que no sé es si resulta correcto hacerlo.
Para salir de dudas acudimos al RAE, y nos remite a lo siguiente:
ALEAR 1.- 1.- intr. Mover las alas.
2.- intr. Dicho especialmente de un niño: Mover los brazos a modo de alas.
3.- intr. Dicho de una persona convaleciente o que se repara de algún afán o trabajo: Cobrar aliento o fuerzas: José va aleando.
4.- intr. desus. Aspirar a algo o dirigirse con afán hacia ello.
ALEAR 2.- 1.- tr. Fundir un metal con otro u otros elementos químicos para obtener una mezcla homogénea.
Creo que hemos tenido éxito. Entiendo que la cuarta acepción del primer significado de ALEAR es la que da sentido a nuestra palabra en el contexto en el que nos encontramos: hacer algo con afán. Efectivamente eso era lo que quería el manijero aunque sin decirlo directamente: que recojamos las aceitunas con afán, con rapidez, con brío... pero sólo las más a mano, sin detenernos para no perder tiempo.
Me resulta especialmente gratificante que se utilice un término en desuso en un contexto alejado de las altas instancias lingüísticas. Y me gusta porque ahí es donde verdaderamente reside la riqueza de una lengua: en sus usuarios.
Aquel día, y mientras echábamos el aleo, empecé a contarle a mis compañeros de cuadrilla esto que hago con las palabras que no conozco, o llamativas, o ante las que dudo... que me surgen en el día a día.
Les expliqué lo de aleo, lo debatimos un poco entre todos, y un temporero sevillano hizo su particular aportación al juego. "Yo recuerdo -nos dijo- que cuando era niño y me portaba mal, mi padre me decía Te voy a pegar una hostia que te vas a tirar un peo como un gamboa".
Este hombre confirmaba que un gamboa es un membrillo, pero desconocía si tenía alguna otra acepción para dar sentido a esa frase.
Pues nada, manos a la obra. A ver qué encontramos en el RAE:
GAMBOA: 1. f. Variedad de membrillo injertado, más blanco, jugoso y suave que los comunes.
Es simplemente un membrillo, y ya está. ¿Por qué entonces esa expresión? ¿Quizá porque, como te has portado mal, la hostia que te da va a ser tan grande como el peo que te tires? ¿Es que las gamboas son muy grandes? Igual la cosa va por ahí.
Buceo por San Google, y encuentro un Informe sobre las variedades locales de membrillo en Doñada que dice lo siguiente: ...la mayoría de los informantes organizan los membrillos en dos categorías atendiendo al tamaño de sus frutos: gambó, para el que produce frutos más grandes, las gamboas, y membrillero para aquel que produce frutos más pequeños, los membrillos...".
Incluso recoge el siguiente texto de un tal Ramón Panadero, de Hinojos (localidad de Huelva), que no he conseguido averiguar quién es:
-¿Y cuántos tipos había?
-Dos, la gamboa y el membrillo, que son los dos lo mismo. La gamboa es la gorda.
Confirmamos pues nuestra teoría: la hostia iba a ser gorda, como la gamboa. Y comprobamos una vez más la riqueza de nuestro lenguaje, no sólo por lo que es sino por lo que sus usuarios hacen que sea.
Y aquí encontramos nuestra palabra protagonista: aleo.
Debo reconocer que no es novedosa para mí, y que la he usado como receptor y como emisor en numerosas ocasiones. Con ella se intenta decir que se realice una determinada actividad de manera rápida y sin demasiado detenimiento, pero con el objetivo de conseguir algo. En el caso que nos ocupa, coger las aceitunas próximas a los montones pero sin pararse mucho porque el jornal que se paga es alto, y no podemos perder tiempo en aceitunas que haya que coger de una en una, de manera laboriosa.
Ese es el sentido con el que el manijero usó aleo, y con la que yo suelo utilizarla. Lo que no sé es si resulta correcto hacerlo.
Para salir de dudas acudimos al RAE, y nos remite a lo siguiente:
ALEAR 1.- 1.- intr. Mover las alas.
2.- intr. Dicho especialmente de un niño: Mover los brazos a modo de alas.
3.- intr. Dicho de una persona convaleciente o que se repara de algún afán o trabajo: Cobrar aliento o fuerzas: José va aleando.
4.- intr. desus. Aspirar a algo o dirigirse con afán hacia ello.
ALEAR 2.- 1.- tr. Fundir un metal con otro u otros elementos químicos para obtener una mezcla homogénea.
Creo que hemos tenido éxito. Entiendo que la cuarta acepción del primer significado de ALEAR es la que da sentido a nuestra palabra en el contexto en el que nos encontramos: hacer algo con afán. Efectivamente eso era lo que quería el manijero aunque sin decirlo directamente: que recojamos las aceitunas con afán, con rapidez, con brío... pero sólo las más a mano, sin detenernos para no perder tiempo.
Me resulta especialmente gratificante que se utilice un término en desuso en un contexto alejado de las altas instancias lingüísticas. Y me gusta porque ahí es donde verdaderamente reside la riqueza de una lengua: en sus usuarios.
Aquel día, y mientras echábamos el aleo, empecé a contarle a mis compañeros de cuadrilla esto que hago con las palabras que no conozco, o llamativas, o ante las que dudo... que me surgen en el día a día.
Les expliqué lo de aleo, lo debatimos un poco entre todos, y un temporero sevillano hizo su particular aportación al juego. "Yo recuerdo -nos dijo- que cuando era niño y me portaba mal, mi padre me decía Te voy a pegar una hostia que te vas a tirar un peo como un gamboa".
Este hombre confirmaba que un gamboa es un membrillo, pero desconocía si tenía alguna otra acepción para dar sentido a esa frase.
Pues nada, manos a la obra. A ver qué encontramos en el RAE:
GAMBOA: 1. f. Variedad de membrillo injertado, más blanco, jugoso y suave que los comunes.
Es simplemente un membrillo, y ya está. ¿Por qué entonces esa expresión? ¿Quizá porque, como te has portado mal, la hostia que te da va a ser tan grande como el peo que te tires? ¿Es que las gamboas son muy grandes? Igual la cosa va por ahí.
Buceo por San Google, y encuentro un Informe sobre las variedades locales de membrillo en Doñada que dice lo siguiente: ...la mayoría de los informantes organizan los membrillos en dos categorías atendiendo al tamaño de sus frutos: gambó, para el que produce frutos más grandes, las gamboas, y membrillero para aquel que produce frutos más pequeños, los membrillos...".
Incluso recoge el siguiente texto de un tal Ramón Panadero, de Hinojos (localidad de Huelva), que no he conseguido averiguar quién es:
-¿Y cuántos tipos había?
-Dos, la gamboa y el membrillo, que son los dos lo mismo. La gamboa es la gorda.
Confirmamos pues nuestra teoría: la hostia iba a ser gorda, como la gamboa. Y comprobamos una vez más la riqueza de nuestro lenguaje, no sólo por lo que es sino por lo que sus usuarios hacen que sea.
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