Los Cazadores de Mamuts (Jean M. Auel. Círculo de Lectores. Barcelona. 2002) es la tercera entrega de las cinco de que consta la serie denominada Los Hijos de la Tierra.
Ayla, la protagonista, por fin encuentra en este libro a la tribu a la que pertenece tras haber sido recogida y criada por el Clan (El Clan del Oso Cavernario) y vivido en solitario (El Valle de los Caballos) durante años en un valle tras ser expulsada de su tribu adoptiva por los muchos desencuentros habidos con algunos de sus miembros, entre ellos el nuevo jefe.
Ayla abandona finalmente el valle acompañada de su amor, Jondolar -a quien conoció allí tras salvarle la vida pues le curó las gravísimas heridas provocadas por el ataque de un león cavernario-, con quien inicia esta nueva aventura de encuentro tan deseado con los suyos, con la tribu de los Otros.
La historia sigue enganchando tras la confusión inicial provocada por los tantos y tan raros nombres de los nuevos personajes. Y engancha porque Ayla sigue viviendo entre las dudas que siempre le genera en su interior el actuar como le indica su propio instinto, o hacer lo políticamente correcto para evitar desencuentros que en el pasado le jugaron tan malas pasadas -en ocasiones estuvo al borde de la muerte-, máxime cuando ahora está dónde y con quien quería estar.
Pero esas luchas interiores se mezclan con el desconcierto que le provoca el ser el centro de atención de todos y de prácticamente todos los ámbitos: sexual, familiar, científico, amoroso, médico, religioso... Ella quiere ser una más, pero no sólo no lo consigue sino que, sin quererlo, cada vez se convierte en más diferente, en más atractiva, en más admirada, en más venerada, en más referente...
Jean M. Auel vuelve a utilizar magistralmente las historias que hacen más grande a la historia principal, llegando a resultar en bastantes ocasiones muy difícil dejar de leer. Pero frente a este elemento positivo vuelven a repetirse las interminables descripciones de todo tipo de elementos -a mi entender- secundarios porque no aportan más que páginas y páginas de lectura innecesaria; me refiero a minuciosísimas descripciones de tácticas de caza, tallado de piedra, arquitectura, boda, ceremonias mortuorias o de boda, bailes, música, y casi, casi todo lo que os podáis imaginar en la sociedad de hoy día, pero llevado al pasado de la vida en las cavernas.
Para mi gusto, y como ya he comentado en críticas anteriores, sobran muchas páginas, aunque finalmente lo positivo es superior a lo negativo.
Sí reconozco que no me ha gustado el final, por lo pasteloso que resulta. En cualquier caso, ya estoy deseando de empezar la cuarta parte.
Ayla abandona finalmente el valle acompañada de su amor, Jondolar -a quien conoció allí tras salvarle la vida pues le curó las gravísimas heridas provocadas por el ataque de un león cavernario-, con quien inicia esta nueva aventura de encuentro tan deseado con los suyos, con la tribu de los Otros.
La historia sigue enganchando tras la confusión inicial provocada por los tantos y tan raros nombres de los nuevos personajes. Y engancha porque Ayla sigue viviendo entre las dudas que siempre le genera en su interior el actuar como le indica su propio instinto, o hacer lo políticamente correcto para evitar desencuentros que en el pasado le jugaron tan malas pasadas -en ocasiones estuvo al borde de la muerte-, máxime cuando ahora está dónde y con quien quería estar.
Pero esas luchas interiores se mezclan con el desconcierto que le provoca el ser el centro de atención de todos y de prácticamente todos los ámbitos: sexual, familiar, científico, amoroso, médico, religioso... Ella quiere ser una más, pero no sólo no lo consigue sino que, sin quererlo, cada vez se convierte en más diferente, en más atractiva, en más admirada, en más venerada, en más referente...
Jean M. Auel vuelve a utilizar magistralmente las historias que hacen más grande a la historia principal, llegando a resultar en bastantes ocasiones muy difícil dejar de leer. Pero frente a este elemento positivo vuelven a repetirse las interminables descripciones de todo tipo de elementos -a mi entender- secundarios porque no aportan más que páginas y páginas de lectura innecesaria; me refiero a minuciosísimas descripciones de tácticas de caza, tallado de piedra, arquitectura, boda, ceremonias mortuorias o de boda, bailes, música, y casi, casi todo lo que os podáis imaginar en la sociedad de hoy día, pero llevado al pasado de la vida en las cavernas.
Para mi gusto, y como ya he comentado en críticas anteriores, sobran muchas páginas, aunque finalmente lo positivo es superior a lo negativo.
Sí reconozco que no me ha gustado el final, por lo pasteloso que resulta. En cualquier caso, ya estoy deseando de empezar la cuarta parte.
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