Inicio con cierto temor la lectura de El clan del oso cavernario (Jean M. Auel. Maeva. 10ª edición, 2008); temor y miedo a que quede en fiasco el gran placer y satisfacción que experimenté al leer Las voces del desierto. Me explico. Una colega me recomendó la lectura de Las voces..., algo que hice teniendo por seguro su buen criterio. Me encantó tanto que no sólo disfruté con él sino que se lo aconsejé a todo el que pude. Uno de quienes aceptaron mi recomendación fue mi cuñao el porcunero; sin embargo, y una vez finalizada su lectura, en lugar de transmitirme su felicidad por el consejo dado, lo que me dijo fue que no tenía tanto valor pues la autora lo que había hecho era leerse las cinco partes de Los Hijos de la Tierra (El clan del oso cavernario, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts, Las llanuras del tránsito, y Los refugios de piedra), para después realizar un resumen de 200 páginas con la publicación de Las voces...
Llevado por el cabreo de haber leído a una presunta copiona, y la decepción de que algo tan bueno no fuese original, aunque también con la intriga de si sería cierta la apreciación de mi cuñao, abordé El clan del oso cavernario una vez que me lo regaló Cristina (la del soneto), tras haberle planteado la cuestión, y ella confirmarme que había leído las cinco partes y le habían encantado.
Concluida la lectura no sólo confirmo que Las voces... no es un plagio de El clan... sino que entiendo que se trata de cosas totalmente diferentes. Mientras Marlo Morgan (autora de Las voces del desierto) nos propone un replanteamiento de nuestra actual escala de valores para situar en su justo lugar lo que es verdaderamente importante, y también lo que no lo es, mediante la vida de una tribu de aborígenes australianos en la actualidad, Jean M. Auel nos transporta al tiempo de las cavernas para contarnos la historia de Ayla, una niña de cinco años nacida del Clan de los Otros pero a la que un terremoto deja completamente sola. Es recogida por el Clan del Oso Cavernario, y allí es educada en unas costumbres ante las que su verdadero ser le lleva continuamente a rebelarse.
El libro engancha desde un principio por la situación de desamparo en la que se encuentra la niña, aunque pronto resulta poco atrayente ante las excesivas descripciones en las que se enreda la autora, además de pasar páginas y páginas sin que ocurra prácticamente nada.
A partir de la página 120 la historia se vuelve más dinámica, me engancha hasta la médula, y pese a que las farragosas y poco aportadoras descripciones siguen apareciendo (alguien me dice que eso es lo que le da al libro un valor divulgativo), el devenir de Ayla, sus conflictos sociales, personales, incluso yo diría que filosóficos (en alguna ocasión) hace que nos dejemos llevar por completo por una historia que acontece en la época cavernícola pero que perfectamente podría ser la sociedad actual (el hoy) situada miles de años en el pasado (el ayer), donde una sociedad estructurada al milímetro con una cuadriculada escala de valores se resiste a aceptar los cambios completamente lógicos que propone el elemento novedoso y rompedor que representa la figura de Ayla.
Encantadísimo de haber leído el libro. Tanto que me propongo leer los otros cuatro de la serie. La única lástima es no haberlos leído cuando me los recomendó mi otro cuñao, el granaíno, hace ya algunos años.
Llevado por el cabreo de haber leído a una presunta copiona, y la decepción de que algo tan bueno no fuese original, aunque también con la intriga de si sería cierta la apreciación de mi cuñao, abordé El clan del oso cavernario una vez que me lo regaló Cristina (la del soneto), tras haberle planteado la cuestión, y ella confirmarme que había leído las cinco partes y le habían encantado.
Concluida la lectura no sólo confirmo que Las voces... no es un plagio de El clan... sino que entiendo que se trata de cosas totalmente diferentes. Mientras Marlo Morgan (autora de Las voces del desierto) nos propone un replanteamiento de nuestra actual escala de valores para situar en su justo lugar lo que es verdaderamente importante, y también lo que no lo es, mediante la vida de una tribu de aborígenes australianos en la actualidad, Jean M. Auel nos transporta al tiempo de las cavernas para contarnos la historia de Ayla, una niña de cinco años nacida del Clan de los Otros pero a la que un terremoto deja completamente sola. Es recogida por el Clan del Oso Cavernario, y allí es educada en unas costumbres ante las que su verdadero ser le lleva continuamente a rebelarse.
El libro engancha desde un principio por la situación de desamparo en la que se encuentra la niña, aunque pronto resulta poco atrayente ante las excesivas descripciones en las que se enreda la autora, además de pasar páginas y páginas sin que ocurra prácticamente nada.
A partir de la página 120 la historia se vuelve más dinámica, me engancha hasta la médula, y pese a que las farragosas y poco aportadoras descripciones siguen apareciendo (alguien me dice que eso es lo que le da al libro un valor divulgativo), el devenir de Ayla, sus conflictos sociales, personales, incluso yo diría que filosóficos (en alguna ocasión) hace que nos dejemos llevar por completo por una historia que acontece en la época cavernícola pero que perfectamente podría ser la sociedad actual (el hoy) situada miles de años en el pasado (el ayer), donde una sociedad estructurada al milímetro con una cuadriculada escala de valores se resiste a aceptar los cambios completamente lógicos que propone el elemento novedoso y rompedor que representa la figura de Ayla.
Encantadísimo de haber leído el libro. Tanto que me propongo leer los otros cuatro de la serie. La única lástima es no haberlos leído cuando me los recomendó mi otro cuñao, el granaíno, hace ya algunos años.
1 comentario :
Las detalladas descripciones son una constante en la saga de Auel. Mientras lees los 5 enormes volúmenes (el primero es el más pequeño) la vida la puedes percibir de otra manera; más natural. La felicidad que produce su lectura se va incrementando con el crecimiento de su protagonista, Aila.
Publicar un comentario