El Partido Popular afronta el próximo día 21 su congreso provincial. Tras el amago de hace cuatro años, y mucho tiempo de amagar y no dar, esta vez sí habrá dos opciones entre las que elegir: Los hunos y Los Otros.
Los hunos son conscientes de su posición de superioridad no sólo porque cuentan con la ventaja que da un ejército poderoso (derivado, entre otras cosas, del control de los resortes del poder y la inestimable ayuda que supone ser la corriente oficial y, por tanto, la del Partido), sino también por los efectos positivos que siempre genera entre los votantes la inercia de seguir como estamos, por mejorable que pueda ser la situación, frente a la incertidumbre de los efectos de un posible cambio.
Los Otros tienen un claro actor protagonista, aunque no se sabe muy bien si el papel más importante es el suyo o el de algún intérprete de los considerados, hasta ahora, secundarios. Por el momento han enseñado los dientes con la simple presentación de su ¡Aquí estamos!, pese a que el aval mostrado es casi ridículo (lo justifican en que no quieren desvelar los muchos apoyos que tienen entodos sitios para evitar represalias).
Los hunos tienen uno de sus principales problemas en el poco honor a su nombre que hace su Rey porque por donde pasa siempre vuelve a crecer la hierba. Su gestión está marcada por el demasiado talante, impropio de un mundo -el político- donde destacan como en ningún otro lugar los navajazos y las puñaladas traperas. Siempre ha sido fiel a su filosofía de poner la otra mejilla, apostante incondicional del ciento morado antes que uno colorado, y a no dejar tirado nunca a nadie; para una vez que lo intentó, el herido no sólo fue sanado por los mismos suyos -los de arriba y los de enfrente- que ahora tendrá que rematar la faena o morir en el intento, o apostar de nuevo, la enésima vez, por los paños calientes. Eso es precisamente lo que sus generales no quieren que pase. Esta vez hay que disparar a matar: ni hacer prisiones de guerra ni dejar heridos en el combate. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Se trata, simplemente, de seguir la política que lleva ejerciendo con mano de hierro algún virrey andalusí: más vale un cadáver a tiempo sobre la mesa que soportar el peso de un herido que, al final, acabará resultando un lastre imposible de sobrellevar e incluso pondrá en peligro la vida del ganador. La estrategia de batalla está clara, tan sólo espera el visto bueno de quien puede y debe darlo.
Los Otros conocen bien lo que se pueden encontrar, aunque confían, y mucho, en que el talante vuelva a triunfar -impuesto desde arriba, llegado el caso-. Saben que la victoria es imposible, pero su objetivo no es ganar sino pactar y lograr cuota de poder para, ganado tiempo y en espera de nuevas circunstancias regionales y nacionales, plantear el asalto definivo. Es algo así como moverse entre lo deseable y lo posible, entre el mundo de los muertos y de los vivos pero sin conocer realmente en cuál de ellos se está o se puede llegar a estar.
MORALEJA: mientras discuten con guante de seda si son galgos o podencos lo único que se consigue es estar un poquito más cerca del abismo. La Armada Invencible sucumbió ante los agentes climatológicos mientras el enemigo saboreaba su victoria en tierra firme, con ropa seca y a lo calentito de un brasero de picón. O tiramos de manual de Alatriste o tiene toda la pinta de que la Historia se repita una vez más.
Los hunos son conscientes de su posición de superioridad no sólo porque cuentan con la ventaja que da un ejército poderoso (derivado, entre otras cosas, del control de los resortes del poder y la inestimable ayuda que supone ser la corriente oficial y, por tanto, la del Partido), sino también por los efectos positivos que siempre genera entre los votantes la inercia de seguir como estamos, por mejorable que pueda ser la situación, frente a la incertidumbre de los efectos de un posible cambio.
Los Otros tienen un claro actor protagonista, aunque no se sabe muy bien si el papel más importante es el suyo o el de algún intérprete de los considerados, hasta ahora, secundarios. Por el momento han enseñado los dientes con la simple presentación de su ¡Aquí estamos!, pese a que el aval mostrado es casi ridículo (lo justifican en que no quieren desvelar los muchos apoyos que tienen entodos sitios para evitar represalias).
Los hunos tienen uno de sus principales problemas en el poco honor a su nombre que hace su Rey porque por donde pasa siempre vuelve a crecer la hierba. Su gestión está marcada por el demasiado talante, impropio de un mundo -el político- donde destacan como en ningún otro lugar los navajazos y las puñaladas traperas. Siempre ha sido fiel a su filosofía de poner la otra mejilla, apostante incondicional del ciento morado antes que uno colorado, y a no dejar tirado nunca a nadie; para una vez que lo intentó, el herido no sólo fue sanado por los mismos suyos -los de arriba y los de enfrente- que ahora tendrá que rematar la faena o morir en el intento, o apostar de nuevo, la enésima vez, por los paños calientes. Eso es precisamente lo que sus generales no quieren que pase. Esta vez hay que disparar a matar: ni hacer prisiones de guerra ni dejar heridos en el combate. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Se trata, simplemente, de seguir la política que lleva ejerciendo con mano de hierro algún virrey andalusí: más vale un cadáver a tiempo sobre la mesa que soportar el peso de un herido que, al final, acabará resultando un lastre imposible de sobrellevar e incluso pondrá en peligro la vida del ganador. La estrategia de batalla está clara, tan sólo espera el visto bueno de quien puede y debe darlo.
Los Otros conocen bien lo que se pueden encontrar, aunque confían, y mucho, en que el talante vuelva a triunfar -impuesto desde arriba, llegado el caso-. Saben que la victoria es imposible, pero su objetivo no es ganar sino pactar y lograr cuota de poder para, ganado tiempo y en espera de nuevas circunstancias regionales y nacionales, plantear el asalto definivo. Es algo así como moverse entre lo deseable y lo posible, entre el mundo de los muertos y de los vivos pero sin conocer realmente en cuál de ellos se está o se puede llegar a estar.
MORALEJA: mientras discuten con guante de seda si son galgos o podencos lo único que se consigue es estar un poquito más cerca del abismo. La Armada Invencible sucumbió ante los agentes climatológicos mientras el enemigo saboreaba su victoria en tierra firme, con ropa seca y a lo calentito de un brasero de picón. O tiramos de manual de Alatriste o tiene toda la pinta de que la Historia se repita una vez más.
1 comentario :
Sillones calientes de los que dan gusto, a juego con chaquetas de nueva costura.
No es cuestión de partido, es sólo de nómina.
Este partido ha perdido el norte, después de perder toda una provincia.
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