Hubo un tiempo en la ciudad de Jaén en el que los arqueólogos, o sus jefes, más que protectores de lo antiguo frente a los desmanes del presente -escobilla en mano- parecían auténticos francotiradores inmersos en una cruenta guerra en la que no dudaban en disparar ante el más mínimo movimiento que realizara la retroexcavadora de turno. No importaba la profundidad de la agresión (en el aparcamiento de la Plaza de la Constitución se cavó mucho, y la obra se paró varios años; mientras que en el Parque del Bulevar no se hizo más que quitar escombros, y sin embargo se mandó a la Policía Autonómica para detener el atentado histórico).
Hubo un tiempo en la ciudad de Jaén en el que los sindicalistas, o sus jefes, más que protectores de los derechos de los trabajadores frente a la explotación de los de siempre -estatuto y convenios en mano- parecían auténticos francotiradores inmersos en una cruenta guerra en la que no dudaban en disparar ante el más mínimo movimiento que realizara la retroexcavadora de turno en cualquier tarde veraniega cuando el convenio colectivo fijaba el cese laboral a las 14,00 horas. Y no sólo se presentaba la denuncia ante la Inspección de Trabajo, sino que además se organizaba un piquete (que era de todo menos informativo) para ¿informar? a los trabajadores que ¿estaban siendo explotados?.
El tiempo de hoy en Jaén está marcado por arqueólogos, o sus jefes, que, bien por las vacaciones o bien porque en Jaén ya no hay restos interesantes, están desaparecidos.
El tiempo de hoy en Jaén está marcado por sindicalistas, o sus jefes, que, bien por las vacaciones o bien porque ya es más efectiva la Inspección de Trabajo, ponen la denuncia pero, por los tajos, están desaparecidos.
O a lo mejor es que en Jaén ya no hay obras.
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