sábado, 29 de agosto de 2009

Defraudado por los Carlos

Una persona a la que aprecio bastante suele tener como principio que, ante una situación-hecho-acontecimiento inesperado, la reacción-respuesta más adecuada a tomar nunca -o casi- es la primera que se te viene a la cabeza.
Quizá llevado por la ansiedad de que el equipo que preside quedara apeado de la Copa del Rey de fútbol en la primera eliminatoria, a Carlos Sánchez le dio un calentón y decidió bajar al vestuario en el descanso tras un desalentador primer tiempo en el que el equipo lo hizo bastante mal ante un rival más que asequible, un recién ascendido a la categoría.
No sé lo que Carlos S. pudo decir ni a quién, y aunque me lo imagine, tampoco importa. Fue un calentón que debió evitar ya que hizo lo primero que se le ocurrió ante una situación inesperada.
Quizá llevado por la vergüenza de verse desautorizado ante los jugadores que dirige por el mismísimo presidente de la entidad, Carlos Terrazas afrontó con toda la valentía que pudo el segundo tiempo que le quedaba por jugar. Era un quemar las naves para, finalizada la batalla y ocurriese lo que ocurriese, marcharse del barco habiéndolo dato todo en el campo.
No sé lo que Carlos T. pudo pensar, y aunque me lo imagine, tampoco importa. Fue un calentón que debió evitar ya que hizo lo primero que se le ocurrió ante una situación inesperada.
Esta esperpéntica situación me pilló fuera de Jaén, y durante todo el día ardían los teléfonos porque no daba crédito a las noticias que me llegaban. No es lógica. Esto es una pesadilla. ¿Cómo va a pasar esto una semana antes de que empiece la liga?
Los Carlos saben que les aprecio, pero a día de hoy me siento defraudado por los dos.
Nadie puede reprochar nada a Sánchez, porque en este viaje en el Real Jaén ha dado todo lo que podía; más incluso de lo que nadie estaría dispuesto, y por eso creo que también se le puede perdonar algún desliz más que inapropiado. No es correcto lo que hizo pero merece, al menos así lo creo, una segunda oportunidad, como todo el mundo; un margen de maniobra porque, además de ser el dueño del club -cosa de la que nunca ha alardeado- es humano, como todos.
Terrazas, como buen vasco, tomó una decisión y ya nadie le ha podido hacer bajar del burro. Pero deja con el culo al aire a una afición -hablo por mi- que encontró en su persona a un entrenador que sentía los colores -o al menos así lo pienso- pues, sirva como ejemplo, ha estado tres años sin tomarse ni un solo día de vacaciones. También deja con el culo al aire a unos futbolistas que han sido fieles a su general hasta en las batallas más desiguales, aceptando incluso pasar un año más de reenganche pese a tener suculentas ofertas para cambiar de aires. Y también deja con el culo al aire a una directiva que le ha dado más poder que el que jamás se concedió por estas tierras a nadie.
No sé si lo ocurrido ha sido el desencadenante de todo, o si hay algo más detrás de toda esta historia. Lo que sí sé es que con la actitud de Terrazas se me viene abajo la creencia de que todos los hombres no son iguales. Si a la primera de cambio se va con otra, las cosas siguen siendo... como siempre.
Aquí nos quedamos los de siempre, compuestos y sin novio. Y lo peor de todo es que nos invade la sensación de que el año que podía ser comienza como un año más de los que nadaremos hasta la extenuación para finalmente acabar muriendo en la orilla OTRA VEZ.
Pero yo, como buen Creyente, creo que aún es posible la rectificación, el apagar de calentones, el dar una segunda oportunidad porque todavía hay tiempo. De no ser así, incluiré en mi lista de nombres cabezones el de Carlos (ya tengo el de Pedro).

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