La violencia de género es "llevada a cabo por el hombre (género masculino) sobre la mujer (género femenino) con el objetivo de perpetuar una serie de roles y estereotipos creados por el primero y asignados al segundo con el fin de continuar con la situación de desigualdad, inferioridad y sumisión que tiene la mujer en nuestra sociedad, y que es consustancial a los géneros". Lo tiene claro Miguel Lorente cuando defiende hasta la saciedad en Mi marido me pega lo normal (Planeta. 2009. Edición actualizada y ampliada) que esta lacra que es la violencia contra las mujeres no responde a casos aislados donde el hombre va sistemáticamente maltratando a la mujer por causas de depresión, consumo de alcohol o drogas, situaciones de estrés... Dice Lorente que se trata de algo de mucho mayor calado, inmerso completamente en nuestra sociedad, y que sin embargo se busca presentar precisamente como situaciones aisladas para restarle la importancia que realmente tiene.
Miguel Lorente utiliza un millón de veces la palabra androcentrismo a lo largo de este libro, una manera fina de referirse a una sociedad machista donde la mujer es muy importante en la estructura familiar como buena esposa, buena madre, buena ama de casa.... pero esta mujer, u otra; es el hombre quien decide matarla cuando ve que las medidas que viene ejerciendo para mantener el control ya no sirven, y ella se le va de las manos. Así, acaba aplicando la política de Mía o de nadie.
Hacía tiempo que quería leer este libro de este prestigioso forense almeriense (aunque muy ligado a Granada y Jaén), especializado en la violencia contra las mujeres, pero siempre estaba agotado. Finalmente conseguí un ejemplar de la edición ampliada de la obra original -era la única que quedaba en la librería-, y teorías y razonamientos como los expresados anteriormente justifican mi interés.
No sólo no me ha defraudado el libro, sino que considero que debería estar incluido como manual educativo, e incluso como una asignatura específica, en la que educar a nuestros hijos frente a algo que -Lorente me ha convencido- es culpa de toda la sociedad por permitirlo, y por hacer chistes cuando se conoce un caso, y por tratar el asunto con frivolidad... (quien esté libre de culpa que tire la primera piedra). Una idea de culpa de todos que aparece reflejada desde un primer momento y lo antes posible que se puede hacer en un libro: en un título que resulta genial. Es decir, somos el resto de la sociedad quien estamos dando cobertura a una situación que -Lorente nos lo demuestra- no sólo no es un caso aislado sino que se encuentra en lo más profundo de los orígenes de nuestra sociedad. Algo que no es de ahora ni de antes, sino que siempre ha existido; de hecho, ni las diosas se libraban de este tipo de comportamientos. Es bueno que alguien nos abra los ojos bien abiertos ante casos tan flagrantes de hipocresía porque, como dice Miguel Lorente, "la Historia no es que se repita, es que simplemente no cambia".
Estamos ante una obra global porque se dirige a las mujeres víctimas para que no duden en salir de la agresión utilizando todo cuanto tengan a su alcance; a los hombres agresores para que sean realmente conscientes de lo que hacen; al resto de la sociedad para que no sea cómplice de una situación tan asquerosa; a los jueces, para que se dejen a un lado sus prejuicios y actúen de manera eficiente -aunque parezca mentira, no lo hacen. Y Lorente lo demuestra con jurisprudencia-; a los políticos para que vean que hay que legislar pero en todos los sentidos porque esta violencia no sólo afecta a la mujer, sino también a los hijos, al trabajo, a la educación, a la sanidad... y como consecuencia a la estabilidad de la propia sociedad.
Dice Lorente que la violencia contra las mujeres "no podrá solucionarse echando mano únicamente de reformas jurídicas o de soflamas teóricas". Ojalá que ahora el autor pueda hacer algo más en su erradicación una vez que desde hace unos años es el delegado del Gobierno central para la violencia de género.
Y acabo con la definición que sobre el término Igualdad nos ofrece Lorente: La igualdad hay que entenderla fundamentalmente como "no-desigualdad", pero reconociendo y manteniendo al mismo tiempo las diferencias entre hombres y mujeres para establecer las relaciones sociales sobre esas diferencias, no de espaldas a esa realidad buscando conseguir una homogeneización uniforme entre hombres y mujeres, que en el fondo no significaría nada más que mantener el criterio universal masculino para todo, y ceder en aspectos puntuales con el objetivo de mantener la injusticia como orden, y la desigualdad como realidad.
Miguel Lorente utiliza un millón de veces la palabra androcentrismo a lo largo de este libro, una manera fina de referirse a una sociedad machista donde la mujer es muy importante en la estructura familiar como buena esposa, buena madre, buena ama de casa.... pero esta mujer, u otra; es el hombre quien decide matarla cuando ve que las medidas que viene ejerciendo para mantener el control ya no sirven, y ella se le va de las manos. Así, acaba aplicando la política de Mía o de nadie.
Hacía tiempo que quería leer este libro de este prestigioso forense almeriense (aunque muy ligado a Granada y Jaén), especializado en la violencia contra las mujeres, pero siempre estaba agotado. Finalmente conseguí un ejemplar de la edición ampliada de la obra original -era la única que quedaba en la librería-, y teorías y razonamientos como los expresados anteriormente justifican mi interés.
No sólo no me ha defraudado el libro, sino que considero que debería estar incluido como manual educativo, e incluso como una asignatura específica, en la que educar a nuestros hijos frente a algo que -Lorente me ha convencido- es culpa de toda la sociedad por permitirlo, y por hacer chistes cuando se conoce un caso, y por tratar el asunto con frivolidad... (quien esté libre de culpa que tire la primera piedra). Una idea de culpa de todos que aparece reflejada desde un primer momento y lo antes posible que se puede hacer en un libro: en un título que resulta genial. Es decir, somos el resto de la sociedad quien estamos dando cobertura a una situación que -Lorente nos lo demuestra- no sólo no es un caso aislado sino que se encuentra en lo más profundo de los orígenes de nuestra sociedad. Algo que no es de ahora ni de antes, sino que siempre ha existido; de hecho, ni las diosas se libraban de este tipo de comportamientos. Es bueno que alguien nos abra los ojos bien abiertos ante casos tan flagrantes de hipocresía porque, como dice Miguel Lorente, "la Historia no es que se repita, es que simplemente no cambia".
Estamos ante una obra global porque se dirige a las mujeres víctimas para que no duden en salir de la agresión utilizando todo cuanto tengan a su alcance; a los hombres agresores para que sean realmente conscientes de lo que hacen; al resto de la sociedad para que no sea cómplice de una situación tan asquerosa; a los jueces, para que se dejen a un lado sus prejuicios y actúen de manera eficiente -aunque parezca mentira, no lo hacen. Y Lorente lo demuestra con jurisprudencia-; a los políticos para que vean que hay que legislar pero en todos los sentidos porque esta violencia no sólo afecta a la mujer, sino también a los hijos, al trabajo, a la educación, a la sanidad... y como consecuencia a la estabilidad de la propia sociedad.
Dice Lorente que la violencia contra las mujeres "no podrá solucionarse echando mano únicamente de reformas jurídicas o de soflamas teóricas". Ojalá que ahora el autor pueda hacer algo más en su erradicación una vez que desde hace unos años es el delegado del Gobierno central para la violencia de género.
Y acabo con la definición que sobre el término Igualdad nos ofrece Lorente: La igualdad hay que entenderla fundamentalmente como "no-desigualdad", pero reconociendo y manteniendo al mismo tiempo las diferencias entre hombres y mujeres para establecer las relaciones sociales sobre esas diferencias, no de espaldas a esa realidad buscando conseguir una homogeneización uniforme entre hombres y mujeres, que en el fondo no significaría nada más que mantener el criterio universal masculino para todo, y ceder en aspectos puntuales con el objetivo de mantener la injusticia como orden, y la desigualdad como realidad.
1 comentario :
Te recuerdo "Mendru" que los humanos tenemos sexo y no género
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