Mi memoria guarda imborrables recuerdos de momentos pasados con la radio como protagonista. Jamás olvidaré la noche del golpe de Estado de Tejero -yo tenía nueve años-; en la cama, con mi madre, informándonos a través de la radio pero con el volumen bajito para que nadie se enterara.
Qué decir de aquellas tardes de verano, jugando en los soportales de la casa, mientras mi madre y mi abuela cosían a la vez que escuchaban a la Mula Francis.
Ahora hay mucha televisión para ver el fútbol, pero en mi infancia sólo era posible seguir los partidos por la radio. Yo hacía una especie de cabaña -con cuatro sillas y una manta- en la primera planta de la casa; con todo a oscuras, encendía la radio y escuchaba los partidos a la vez que me comía un buen puñado de lacasitos.
En mi época de estudiante universitario, y cuando todo el mundo era seguidor nocturno de José María García, yo me decanté por un tal José Ramón de la Morena. ¿A quién dices que escuchas?, me preguntaban los compañeros de clase. Finalmente también lo dejé porque se convirtió en lo mismo que criticaba, pero aquellas noches de radio-deporte-fútbol son imborrables.
Otro recuerdo que permanece fijo en mi mente es el de esas mañanas de aceituna que, con la lluvia como protagonista, no había que levantarse para ir al tajo. La secuencia era siempre la misma: encender la radio y escuchar la cadena SER. Al igual que hacía el domingo en el que la lluvia nos pillaba en el tajo. Estaba deseando llegar a casa para escuchar Carrusel Deportivo mientras me duchaba.
Hoy ha vuelto a ser una noche de transistores. Por mucho que la tele nos ofreciera un partido de fútbol y fuera indicando los marcadores en el resto de campos, la riqueza y viveza de la radio le ha ganado por goleada. No ha habido color.
Algún compañero de trabajo me contaba hace unas semanas que él no veía el fútbol en la tele. Aunque retransmitieran cualquier partido, él siempre prefiere la radio. Así lo he hecho siempre, y así sigo haciéndolo, me decía.
Qué razón tienes, Manolo. Momentos como el de hoy devuelven a la radio todo su valor y grandeza. O más que devolvérselo, hace que nosotros nos demos cuenta de ello.
Qué decir de aquellas tardes de verano, jugando en los soportales de la casa, mientras mi madre y mi abuela cosían a la vez que escuchaban a la Mula Francis.
Ahora hay mucha televisión para ver el fútbol, pero en mi infancia sólo era posible seguir los partidos por la radio. Yo hacía una especie de cabaña -con cuatro sillas y una manta- en la primera planta de la casa; con todo a oscuras, encendía la radio y escuchaba los partidos a la vez que me comía un buen puñado de lacasitos.
En mi época de estudiante universitario, y cuando todo el mundo era seguidor nocturno de José María García, yo me decanté por un tal José Ramón de la Morena. ¿A quién dices que escuchas?, me preguntaban los compañeros de clase. Finalmente también lo dejé porque se convirtió en lo mismo que criticaba, pero aquellas noches de radio-deporte-fútbol son imborrables.
Otro recuerdo que permanece fijo en mi mente es el de esas mañanas de aceituna que, con la lluvia como protagonista, no había que levantarse para ir al tajo. La secuencia era siempre la misma: encender la radio y escuchar la cadena SER. Al igual que hacía el domingo en el que la lluvia nos pillaba en el tajo. Estaba deseando llegar a casa para escuchar Carrusel Deportivo mientras me duchaba.
Hoy ha vuelto a ser una noche de transistores. Por mucho que la tele nos ofreciera un partido de fútbol y fuera indicando los marcadores en el resto de campos, la riqueza y viveza de la radio le ha ganado por goleada. No ha habido color.
Algún compañero de trabajo me contaba hace unas semanas que él no veía el fútbol en la tele. Aunque retransmitieran cualquier partido, él siempre prefiere la radio. Así lo he hecho siempre, y así sigo haciéndolo, me decía.
Qué razón tienes, Manolo. Momentos como el de hoy devuelven a la radio todo su valor y grandeza. O más que devolvérselo, hace que nosotros nos demos cuenta de ello.
1 comentario :
Hola tito:
No lo he leido pero me ha gustado mucho.
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