Barcelona, ocho y poco de la mañana (crónica de ayer, escrita hoy)
Aunque estamos de vacaciones, no se pueden perder las buenas costumbres atléticas. Así que, aunque nos acostamos tarde y tras haber andado dos o tres mil kilómetros con nuestro cicerone particular, hay que madrugar. En pie a las siete y media de la mañana, y con la brisa marina dándonos en la cara (dicen que es muy bueno para el cutis), corremos 12 kilómetros por el puerto y su entorno.
Regresamos, ducha, desayuno... y ya estamos otra vez listos para, al más puro estilo de Torrente, patearnos la ciudad. Mañana gaudiniana la que vamos a pasar. Primero al Parque Güel, sigue La Pedrera y acabamos en la Casa Batló. La verdad es que el tipo este, Gaudí, supo crear estilo propio. No sé si será muy fácil o tremendamente difícil, pero diferente sí que es. Aunque estoy seguro que Periquín, un albañil de mi pueblo, en dos o tres días endereza todas las columnas.
Tras la comida y la minisiesta de rigor, la visita más esperada por mi. Vamos al Nou Camp (por cierto, me entero de que eso de culés les viene porque el campo lo construyeron en la quinta leche, a las afueras de la ciudad, donde estaban los campos de coles). Voy, como te podrás imaginar, con mi camiseta del Real Jaén (confiando en que no la confundan con el blanco de otro equipo) buscando la plaquita esa en la que dice que el campo fue inaugurado por el Real Jaén; y no sólo eso, sino que el primer gol también lo marcaron los jienenses (el resultado final fue 1 a 6). Nadie tiene ni puñetera idea de lo que le digo. Tan sólo una chica me remite al museo: entre usted que si hay algo, seguro que está allí. Vaya decepción que nadie conozca el dato, nadie de los que hay allí para informar. Hay que entrar al museo (sabes que no es santo de mi devoción) y pagar 8,5 euros. Como comprenderás, si no pagué para ver la Sagrada Familia, menos a los culés. Otro día será, y adiós muy buenas. Tan sólo me hago una foto en la entrada, para demostrar que estuve allí, y junto a un autobús antiguo, con los colores del Barça y que tiene dentro maniquíes a modo de reproducción de jugadores del año 1957.
Regresamos al hotel, y en el trayecto utilizamos el tranvía para ir acostumbrándome a cuendo llegue el de Jaén.
Un paseìto por la Diagonal, cultivamos (creo que en exceso) la cultura y bebida barcelonesa y a la cama que mañana cambiamos de montura y de aposento (otro mal rato).
P.D. ¡Qué alegría haber encontrado los acentos en el teclado del ordenador, y que el bicho este no se quede bloqueado cada quince segundos!
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