domingo, 25 de enero de 2009

Picaresca española

Nunca soy objetivo -sino admirador- cuando hablo de Arturo Pérez-Reverte. Por eso y porque La sombra del águila llegó a mis manos a modo de regalo -de mi hermano- porque sí, es decir, sin motivo cumpleañero, de aniversario, de Reyes... ni nada por el estilo, sino simplemente porque él quiso, comencé a leer la novela predispuesto a que me gustara.
Pérez-Reverte se mantiene fiel a su estilo, con un cuidadísimo lenguaje, y alternando la narración de la historia principal con sucesos acaecidos a los personajes en años pasados o futuros, pero que contribuyen a profundizar en un sentimiento, en una acción o en un pensamiento. También se pierde en algunas ocasiones en pormenorizadísimas descripciones, algo que es de las pocas cosas que no me gustan del autor, y eso que no lo hace de manera tan intensa como, por ejemplo, Alatriste, donde llega a exasperarme.
En esta ocasión parte de un hecho histórico para continuar y acabar creando su propia visión de la Historia. Un batallón de prisioneros españoles es obligado a embarcarse en las guerras napoleónicas. Un grupo de bravos soldados que no tiene más objetivo que desertar lo antes posible, meta que casi consigue en la toma de Moscú, pero su intento de huida acaba siendo considerado un ejemplo de valor que les convierte en héroes. No buscaban la gloria, sino la libertad, pero no tienen más remedio que contentarse con la primera y seguir suspirando por la segunda. Estamos, por tanto, ante una original visión de la típica y tópica picaresca española que, como casi siempre, acaba saliendo mal.
Hay momentos para la risa, también para el honor, el valor e incluso la indignación. Al final conseguimos lo que buscábamos: pasar un buen rato, aunque también dejando la puerta abierta a la reflexión.
Concluyo con un párrafo que considero magistral: "... y entre golpe y golpe de bayoneta tienes la visión fugaz de la cara de un crío que te espera en alguna parte, de una silueta de mujer que llora mientras te vas del pueblo camino abajo, o el rostro de tu madre junto al fuego, cuando eras zagalito. ¡Vaspaña! O a lo mejor esas imágenes no son tuyas, no te pertenecen a ti sino a la memoria de los hombres que tienes enfrente, y tú se las vas arrancando a tajos de bayoneta".

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