Todos tenemos experiencias personales en las que, ante una situación difícil de superar, hemos intentado paliarla con pequeños parches que prácticamente nunca dan resultado. Siempre resulta más interesante y productivo detenerse por un momento, ver la situación con cierta perspectiva, desde un punto de vista objetivo, intentando desprendernos de elementos subjetivos y personales que no hacen más que condicionarnos negativamente a la hora de actuar, y a partir de todos estos elementos tomar una decisión contundente, concisa, definitiva que solventa nuestro problema.
Pues todo esto creo que es lo que hay que aplicar en el Real Jaén. Ya fue un parche su conversión en sociedad anónima deportiva: tan sólo una argucia legal permitió que el club no desapareciera en aquel momento. En estos años se debería haber encontrado una solución, una fórmula, para que la entidad funcionara con solvencia e independencia. No sólo no se ha encontrado sino que han sido tiempos de supervivencia en la miseria, a trompicones, con más voluntad que otra cosa, tirando de esfuerzos personales e individuales, anteponiendo el corazón a la razón. Ello ha motivado que el precipicio volviera a estar estos días a nuestros pies.
Finalmente la situación se ha solventado por el esfuerzo personal de una persona: Carlos Sánchez. Un tipo al que habría que hacerle el mayor monumento que la humanidad haya conocido a lo largo de su historia. Un tipo que no sólo se ha dejado su patrimonio en el Real Jaén, sino que -y eso es aún peor- se ha dejado su salud. Gracias a él, y a algunos otros en años anteriores, el club ha ido tirando para adelante, arrastrándose, pero avanzando al fin y al cabo.
Pero lo que ha vuelto a ocurrir ahora debe hacernos reflexionar a todos. Resulta necesario, imprescindible, obligado... afrontar la situación de manera contundente; encontrar un gran remedio al gran mal que afecta al Real Jaén desde hace años. Más vale una vez colorado que ciento morado porque de no actuar con valentía, el precipicio volverá a estar ahí, y quizá entonces no podamos salvarlo.
No sé bien qué se podrá hacer, pero seguro que por ahí hay gente preparada que encuentra soluciones.
Me duele decir esto porque soy un gran forofo del equipo, pero entiendo que es justo reconocer que al fútbol asisten cada domingo 2.000 personas. Eso no es, ni de lejos, una ciudad; ni siquiera un barrio. Es casi, casi un grupo de amiguetes. Igual nuestras reflexiones de futuro deberían empezar por ahí.
Pues todo esto creo que es lo que hay que aplicar en el Real Jaén. Ya fue un parche su conversión en sociedad anónima deportiva: tan sólo una argucia legal permitió que el club no desapareciera en aquel momento. En estos años se debería haber encontrado una solución, una fórmula, para que la entidad funcionara con solvencia e independencia. No sólo no se ha encontrado sino que han sido tiempos de supervivencia en la miseria, a trompicones, con más voluntad que otra cosa, tirando de esfuerzos personales e individuales, anteponiendo el corazón a la razón. Ello ha motivado que el precipicio volviera a estar estos días a nuestros pies.
Finalmente la situación se ha solventado por el esfuerzo personal de una persona: Carlos Sánchez. Un tipo al que habría que hacerle el mayor monumento que la humanidad haya conocido a lo largo de su historia. Un tipo que no sólo se ha dejado su patrimonio en el Real Jaén, sino que -y eso es aún peor- se ha dejado su salud. Gracias a él, y a algunos otros en años anteriores, el club ha ido tirando para adelante, arrastrándose, pero avanzando al fin y al cabo.
Pero lo que ha vuelto a ocurrir ahora debe hacernos reflexionar a todos. Resulta necesario, imprescindible, obligado... afrontar la situación de manera contundente; encontrar un gran remedio al gran mal que afecta al Real Jaén desde hace años. Más vale una vez colorado que ciento morado porque de no actuar con valentía, el precipicio volverá a estar ahí, y quizá entonces no podamos salvarlo.
No sé bien qué se podrá hacer, pero seguro que por ahí hay gente preparada que encuentra soluciones.
Me duele decir esto porque soy un gran forofo del equipo, pero entiendo que es justo reconocer que al fútbol asisten cada domingo 2.000 personas. Eso no es, ni de lejos, una ciudad; ni siquiera un barrio. Es casi, casi un grupo de amiguetes. Igual nuestras reflexiones de futuro deberían empezar por ahí.
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