martes, 2 de julio de 2019

Nacidos para correr: ¡Me estoy asustando!

La primera vez (no recuerdo dónde ni cómo) que tuve conocimiento de la existencia de Nacidos para correr (McDougall, Christopher. Editorial Debate. Barcelona. 2016. Duodécima edición) anoté su título en mi larga lista de "Libros por leer". Eso no significa que la adquisición-lectura de los componentes del listado sea inmediata, sino que será... algún día. Pero unos meses después recibí el libro a modo de regalo de Reyes. Quien me lo regaló lo hizo transmitiéndome la duda de "No sé si te va a gustar...", pero yo me quedé boquiabierto y rápidamente disipé su temor enseñándole mi lista.
¿Era un señal del Universo para que lo leyera? Para no interponerme en la posible decisión de un Ser Superior, decidí hacerlo en cuanto acabara el libro que entonces tenía entre manos; pero cuando lo busqué, no lo encontré. Se lo había dejado a varias personas, y se había perdido en el camino. Durante meses me volvió loco su búsqueda, y cuando ya había perdido la esperanza y buceaba en internet para adquirirlo nuevamente, alguien tuvo un momento de lucidez, recordó dónde lo había dejado, y lo puso en mis manos.
"Ha costado pero aquí está. Esta vez no se me escapa", pensé.
La lectura de Nacidos para correr ha sido toda una aventura. No sé si es por mi amor al atletismo y a las carreras, y eso ha hecho que estuviera predispuesto a que me gustara, pero una vez concluido debo confesar que se trata de algo más que un libro. He disfrutado de lo lindo con sus páginas; he sabido de la existencia de auténticos monstruos del ultramaratón (unos locos pioneros en su día que son ya legión); transmite lo difícil que es esta disciplina y lo mucho que hay que sufrir para disfrutarla (aunque parezca una contradicción); define claramente la diferencia entre correr por ganar y correr por placer...
McDougall es un experimentado y exitoso periodista, y también atleta amateur, que inicia el libro contando su búsqueda de los tarauramaras, una tribu del México más perdido que pueda imaginarse, que representan quizá los mejores corredores ultra del planeta. A partir de ahí no sólo nos cuenta la realidad de esta tribu, sino también las contradicciones que representó la presencia de algunos de sus miembros en varias carreras comerciales de Estados Unidos. 
El autor, desde ahí, nos lleva a hacer una especie de reflexión sobre las carreras de larga distancia, y ello utilizando siempre casos reales de pruebas, atletas consumados, promotores interesados sólo en lo económico, entrenadores, científicos que bucean en el pasado del correr con el objetivo de mejorar el presente y el futuro de los corredores...
Y nos acaba describiendo la que probablemente haya sido la mejor carrera ultra de la historia: participaron los mejores del mundo, y se hizo al margen de los focos de la notoriedad.
Nacidos para correr es un libro sobre atletismo en general, y sobre las ultracarreras en particular. Aunque también se trata de una obra en la que se analiza el correr como algo más que una simple actividad para cubrir nuestro tiempo de ocio. Científicos abordan estudios sobre casi todos los aspectos que puedan influir en correr de manera más eficiente, y sus conclusiones son geniales (al menos a mí me lo parecen).
Nacidos para correr es un libro imprescindible para cualquier amante del atletismo. Pero, cuidado, que yo tras leerlo empiezo a asustarme. Sus páginas me incitan a correr carreras de larga distancia, y eso que mi reciente malísima experiencia en los 101 kilómetros de Ronda me han hecho rechazarlas con contundencia. Pero ahora mi mente empieza a plantear la posibilidad de que igual no ha sido una experiencia tan negativa sino todo lo contrario; e incluso alguna neurona me anima a repetir en estas distancias. Menos mal que son más las que tienen claro aquello de que No es No.
Por cierto, el libro me enganchó desde el principio, y durante el tiempo que ha durado su lectura me daba pena que se fuera acabando. Ha hecho que vuelva a sentir el gusto por el leer. Es decir, que a un libro hay que darle la oportunidad que siempre se merece, pero cuando no supera esa prueba, hay que cerrarlo, dejarlo en la estantería, y pasar a otro libro. Quizá podamos recuperarlo en otro momento, más adelante, pero seguir de manera forzada no contribuye más que a odiarlo a él y a la actividad lectora.

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