Desde que en cierta ocasión sufrí en mis carnes aquel dicho maratoniano que aconseja no perderle el respeto al maratón porque, si lo haces, te golpeará con fuerza, tenía miedo a volver a caer. Lo digo porque mi preparación para participar en esta carrera que tuvo lugar el pasado domingo, 7 de julio, no era la que hubiera deseado, pero eso no quiere decir que le hubiera perdido el respeto. Es más, venía de la mayor preparación que he realizado en mi vida para afrontar, el pasado mayo, los 101 kilómetros de Ronda; lo que ocurre es que acabé tan tocado, que el mes y medio que tenía de margen para el Maratón de Jaén no fue como lo había planificado. No obstante, decidido a iniciar la prueba con el único objetivo de acabarla (asumiendo el riesgo de que iba a ser la peor marca de mi vida en la distancia), allí estaba yo, en La Salobreja, a las seis y media de la mañana: media hora antes del momento fijado para la salida.
Me acosté temprano la noche anterior para estar desayunando a las cinco de la mañana. Aunque costó dormirse y también despertarse, casi más difícil fue desayunar a esas horas y sin ganas. Pero había que hacerlo.
En la pista el ambiente era el de las grandes ocasiones porque... ¡¡Se iba a celebrar un maratón!! La organización fue brillante, y la salida se dio a las siete de la mañana, tal y como estaba previsto. Había que evitar el error de la edición anterior en la que, por unas causas u otras, comenzamos con unos 40 minutos de retraso, y el sol abrasador de agosto nos machacó después. No se quería que volviera a ocurrir, y no ocurrió.
Yo empecé tranquilo, controlando mucho, y procurando que el ritmo de mi Garmin 310 no marcase menos de entre 5'00'' y 5'10'' por kilómetro; lógicamente, tampoco más. El GPS no va bien en la pista -al parecer se vuelve loco con tantas vueltas-, pero tengo controlado que lo que marca es unos 10 segundos más rápido de la velocidad real a la que voy. Por tanto, ese ritmo de reloj significaba ir a una velocidad real de entre 5'10'' y 5'20'' por kilómetro. Esa era la idea.
En las primeras vueltas hay un poco de desconcierto porque no sabes dónde te vas a situar, y si vas a correr junto a algún grupo. La propia carrera me unió a Juanlo, un madrileño de origen marteño que venía de correr en Tokio el último de los Seis Majors (¡¡Qué envidia!!). Hablamos de eso y de un millón de cosas más porque el ritmo era bueno para los dos, y casi sin darnos cuenta hicimos la media maratón.
Yo gestionaba bien mis geles, las sales minerales, las pastillas de sal, y sobre todo la hidratación: había que beber mucha agua. En ocasiones me apetecía apretar más porque iban a buen ritmo y hablando todo el rato. Pero sé de buena tinta que el maratón empieza en el kilómetro 30, y todavía faltaban casi 10 kilómetros. De todas formas, todo fue lo mismo de bien no ya hasta el 30 sino hasta casi el 37. Incluso unos kilómetros antes Juanlo no había aguantado el ritmo y se descolgó algo.
Con esas buenas sensaciones y el buen tiempo que llevaba sabía que ya no pincharía porque la meta estaba a la vuelta de unas vueltas: iba a concluir mi maratón número 16 por debajo de las cuatro horas, como todos los anteriores.
Fueron esos últimos cinco kilómetros los que sí me pesaron en las piernas. La falta de tiradas largas recientes empezaba a pasar factura, y fui bajando el ritmo en algún kilómetro hasta incluso unos segundos más lento de los seis minutos. No había problema. El objetivo era acabar, y lo iba a hacer mejor de lo previsto. Juanlo me adelantó -creo- en un par de ocasiones pero dándome ánimos. ¡¡Qué gran tipo!! (Nos hemos emplazado para la Carrera del Melón en el año 2020. Este año no puede).
Como digo, al final feliz y contento porque sumo un maratón más con un tiempo decente.
No quisiera acabar sin dar la enhorabuena a dos compañeros de club, de la Asociación Deportiva Maratón Jaén. Me refiero a Leo y Juan Antonio. Eligieron Jaén para hacer su debut en maratón, con el plus de esfuerzo que requiere correr los más de 42 kilómetros en una pista de atletismo. Pero ellos son grandes y lo consiguieron. ¡¡Ese es el rumbo!!
Y por último, felicitar nuevamente a la organización en general y a Juan José Amate en particular porque ha sido un gustazo correr el maratón en la pista. Se han mejorado cosas de la edición anterior, me he sentido muy cómodo, arropado, cuidado... Me gustó tanto que el año que viene buscadme por allí que allí estaré.
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