CRÓNICA DEL DOMINGO, 7/09/08
En el día de hoy tengo una de las pruebas más difíciles de cuantas deberá afrontar hasta verme metido de lleno en la normalidad post-vacacional. A las diez de la mañana comienza la media maratón de Motril (21,097 kms). No se presenta dura por lo larga que pueda parecerte, sino porque al alto calor y humedad previstos tengo que sumar los kilitos de más que -seguro- he cogido en los últimos diez días. Hace poco escuché en un informativo del canal 24 horas de TVE que los psicológicos recomendaban, en ese proceso de adaptarse a la normalidad -tras las vacaciones- poco a poco, retrasar unos días la cita con la báscula, y no hacerlo de manera inmediata. Yo no sólo no seguí ese consejo, sino que una vez osé pesarme en el barco; el susto fue mayúsculo pues mis 82 kilos habituales eran allí 87. Tras el sock inicial vi pronto la raíz del problema: la báscula está rota.
Finalmente corro y la cosa sale bien pues mi objetivo inicial de 1 hora y 45 minutos queda en 1hora 46 minutos y 49 segundos.
Te recuerdo que tras llegar de Barcelona me he quedado en Granada para afrontar precisamente la cita de Motril. Una vez finalizada, y dada buena cuenta de una paella más de las magníficas que hace mi cuñada Celia, emprendemos el regreso a Jaén.
La primera parada es en casa; el tiempo justo para dejar las maletas como están, y abrirlas únicamente para coger algunos de los regalos que vamos a hacer. Sin tiempo para nada marchamos hacia Higuera en busca de Guillermo y Lucía, y también para saber el estado del corazón de mis suegros, que llevan diez días con ellos -y también con sus primos Álvaro y Helena-.
Alicia, mi esposa, llega primero a la casa mientras yo aparco el coche. Cuando llego yo, Guillermo (7 años) me llama mientras viene a mi encuentro y se abraza, y al instante lo hace Lucía (4 años). En el abrazo prolongado hacia los dos no me doy cuenta de la actitud de Guillermo: está llorando. Incluso ahora no puedo evitar emocionarme -mientras escribo estas líneas- recordando el momento. Quizá sea una de las mejores cosas que me han pasado en estas vacaciones.
Allí, sobre la marcha, de cido que no volveremos a separarnos aunque hayan sido ellos, los niños, los que se negaran en redondo a subir en un barco porque: ¡¡papá, que no, que se hunde como el Titánic!!.
Me vienen a la mente las palabras que no hace mucho oí a alguien cercano: estamos en una edad en la que hay que hacer equipo. Y ese equipo, en mi caso, se llama Alicia, Guillermo y Lucía.
Ahora sí. Ya estamos en casa.
Finalmente corro y la cosa sale bien pues mi objetivo inicial de 1 hora y 45 minutos queda en 1hora 46 minutos y 49 segundos.
Te recuerdo que tras llegar de Barcelona me he quedado en Granada para afrontar precisamente la cita de Motril. Una vez finalizada, y dada buena cuenta de una paella más de las magníficas que hace mi cuñada Celia, emprendemos el regreso a Jaén.
La primera parada es en casa; el tiempo justo para dejar las maletas como están, y abrirlas únicamente para coger algunos de los regalos que vamos a hacer. Sin tiempo para nada marchamos hacia Higuera en busca de Guillermo y Lucía, y también para saber el estado del corazón de mis suegros, que llevan diez días con ellos -y también con sus primos Álvaro y Helena-.
Alicia, mi esposa, llega primero a la casa mientras yo aparco el coche. Cuando llego yo, Guillermo (7 años) me llama mientras viene a mi encuentro y se abraza, y al instante lo hace Lucía (4 años). En el abrazo prolongado hacia los dos no me doy cuenta de la actitud de Guillermo: está llorando. Incluso ahora no puedo evitar emocionarme -mientras escribo estas líneas- recordando el momento. Quizá sea una de las mejores cosas que me han pasado en estas vacaciones.
Allí, sobre la marcha, de cido que no volveremos a separarnos aunque hayan sido ellos, los niños, los que se negaran en redondo a subir en un barco porque: ¡¡papá, que no, que se hunde como el Titánic!!.
Me vienen a la mente las palabras que no hace mucho oí a alguien cercano: estamos en una edad en la que hay que hacer equipo. Y ese equipo, en mi caso, se llama Alicia, Guillermo y Lucía.
Ahora sí. Ya estamos en casa.
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