martes, 11 de febrero de 2020

El drama de la emigración, y algo más

Reconozco que he ido a ver Adú por Anna Castillo.
Adú es un niño camerunés de seis años que se ve obligado a marcharse de su país. Emprende el viaje, junto a su hermana mayor, rumbo a España, lugar al que su padre se marchó anteriormente. Adú representa el drama de la inmigración, esos millones de personas que cada año abandonan sus hogares en busca de algo tan simple como poder vivir. Pero no es fácil ni el camino ni llegar al destino.
Personas que se juegan la vida por vivir a nuestro lado, mientras nosotros no valoramos lo que tenemos, y nos refugiamos en las drogas, el alcohol y los excesos como acto de rebeldía ante los problemas, "nuestros problemas" que en realidad serían un chiste para Adú. Eso es lo que hace Anna Castillo. Encarna a una joven hija de padre adinerado, cuya relación no va ni bien ni mal... simplemente no va. Luis Tosar (el padre) no consigue enderezar esa relación con su hija, bueno ni con su hija ni con ninguna otra persona pues su pasión son los elefantes; tiene una Organización para ayudarles y quizá hacer con ellos lo que ve imposible conseguir con el resto de la humanidad.
Entre ambas historias se narra una tercera: el complicado trabajo de unos guardias civiles destinados en Melilla, y que cada día se enfrentan casi sin recursos a los continuos intentos de salto de la valla.
Adú nos ofrece dos mundos, o dos visiones de un mismo mundo. Es el drama de la inmigración, pero también el de las relaciones personales.
Muy interesante de ver, pero no es para reír.

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