Suele pasar que las mayores decepciones llegan de las más grandes expectativas que no se han visto cubiertas. Eso es, más o menos, lo que me ha pasado con La vida a veces (Carlos del Amor. Espasa. Barcelona, 2013. 246 pgs).
El autor es uno de los mejores que hay en este país en lo que a información televisiva cultural se refiere, habiendo creado su propio estilo a través de las noticias que nos ofrece en su trabajo como reportero de TVE. No voy a ocultar que para mí es uno de los pocos referentes que encuentro en nuestro país, no ya desde un punto de vista cultural, sino periodístico. Ha realizado trabajos antológicos (insuperable aquel resumen cultural del año que comenzaba con la chica de un cuadro leyendo un libro, y acababa... de película!!!), y por eso mismo tenía muchísimas ganas de poder disfrutar de su incursión en la escritura. Es más, deseaba que lo hiciera.
La vida a veces es esa primera obra de Carlos del Amor que tantos esperábamos, pero que, siento decirlo, no me ha gustado. Tenía ganas de que este contador de historias me hipnotizara como suele hacerlo con las piezas de televisión; esperaba ansioso su salto al papel, e incluso especulaba sobre cuál podría ser el argumento, de qué manera podría sorprender, cómo materializaría en las hojas de un libro esa forma diferente que tiene de hacer lo audiovisual.
Esperaba una gran historia, y me he encontrado con 25... por no decir más. El propio libro recoge en su contraportada que "La vida a veces son historias en las que los protagonistas son los detalles, las cosas pequeñas que no aparecen en los grandes titulares de los periódicos". Y así es. Se trata de una especie de darle protagonismo a esa historia modesta de nuestro país que está conformada por tantos millones de personas que nunca serán noticia, pero que tras ellos está la historia más importante: la suya.
Nunca me han gustado los libros que son recopilación de artículos ya publicados en prensa, revistas, etc. Y me dio la sensación de que eso era lo que tenía entre mis manos. No es así porque hablamos de historias creadas para la ocasión, pero ya empezábamos mal. Y seguimos peor cuando el propio autor utiliza el viejo truco de contar cómo no le llega la inspiración para perder su virginidad escritora, pero que acaba finalmente encontrándola precisamente así, con la fórmula de escribir muchas pequeñas historias que conformarán el libro deseado.
Yo no he encontrado ese libro sino 25 microlibros. Reconozco que hay historias espléndidas, que no solo captaron mi atención, sino que algunas me absorbían tanto que me impedían continuar la lectura de la siguiente porque no hacía más que pensar y sacar punta a lo ocurrido en la anterior. Cuando eso sucedía no había forma de seguir leyendo. Era obligado parar, reflexionar, y esperar a la noche siguiente para continuar. En otras ocasiones podía devorar varias historias seguidas porque no me llegaban. Es lo que ocurre con este tipo de libros.
Al final veo que Carlos del Amor ha hecho lo que sabe hacer: piezas de televisión pero a papel. Por eso sigo esperando su debut como escritor. Y le doy mi idea: como She pero más grande. Sería grandioso.