El libro está dedicado "Para los futuros periodistas", y cuando al autor, en una entrevista en Público, le preguntan si "¿No habrá truncado la vocación de algún estudiante?", la respuesta es clara: "Es mejor que lleguen al oficio con un golpe de realidad y con una dosis de lo que se van a encontrar". Es precisamente eso, la derrota de los ideales periodísticos, lo que menos me gusta de El Director (Jiménez, David. Libros del KO. Madrid. 2019).
La verdad es que, una vez leído, resulta imprescindible para todo tipo de periodistas: aspirantes, nuevos, viejos... y también para quienes no lo son.
Jiménez entró como becario en el diario El Mundo a los 23 años de edad; tras algún tiempo ocupó durante 20 años la corresponsalía del periódico en Asia, y después (en el año 2015) le llegó la oportunidad de ser el director de su empresa de toda la vida.
En El Director cuenta esa experiencia de apenas un año -hasta que fue cesado- en la que intentó poner en marcha el proyecto de periódico que le habían aceptado, pero que finalmente no le permitieron.
Jiménez habla de un máster acelerado en rivalidades, traiciones, tramas, engaños en su misma empresa, a la vez que nos ofrece una visión apocalíptica del periodismo español donde los medios de comunicación se deben más a los favores del poder económico (y también político) que a su compromiso para con sus lectores.
Él, como todo autor que se precie, se retrata como el bueno de la película. Hay quien me ha dicho que no lo fue tanto. No lo sé. Supongo que será así, que cometería más errores y sería más cabroncete de los que reconoce, pero también estoy seguro de que no publica todo lo malo -o lo más malo- de cuanto vivió. Por ello, quizá El Director sea un buen término medio de cómo está la cosa.
Me lo he merendado en apenas dos tardes, y resulta tan atractivo como, en ocasiones, increíble. Por momentos me da la sensación de estar viendo una película como tantas que he disfrutado de periodistas por lo surrealista de algunas de las cosas que cuenta. Pero rápido te das cuenta de que no es ficción, de que es la pura, dura y cruda realidad... y te llevas las manos a la cabeza.
Mi experiencia profesional apenas es un granito de arena al lado de la montaña vivida por Jiménez, pero pese a ello, y por lo sufrido en primera persona, me creo el relato de El Director. Y me da rabia, mucha rabia, porque el periodismo, sus valores, sus principios... salen perdiendo. Y yo quiero que ganen.
¡¡Joder!! Me hubiera gustado un final feliz.
¿Por qué no ganan, David? Quizá porque es el mundo real y no el País de las Maravillas.
Pues... ¿sabes qué te digo? Que me resisto a dar por perdida la batalla.
Déjame ser iluso porque... "Uno no haría nada interesante en la vida si no creyera, de vez en cuando, en las falsas promesas de otros hombres". ¿Te suena?