Hoy me ha dado vergüenza ser socio del Real Jaén. No lo digo porque no se haya ganado el partido, algo perfectamente factible ante un rival directo como es el Melilla. De hecho, el juego del equipo me ha gustado porque, salvo urgencias defensivas, en ningún momento se han quitado los jugadores el balón de encima con un gran patadón. A Álvaro Cervera le gusta el buen trato al esférico, sacar el balón tocando, y eso es algo que se agradece en la Segunda División B. Entiendo que a los jugadores les cueste esta nueva forma de jugar al fútbol una vez que han estado casi dos años haciéndolo de otra manera.
Por cierto, impresionante Javi Moyano que en algún momento me ha recordado al mítico Rafael Gordillo con sus cabalgadas por la banda, en este caso derecha.
A lo que iba. Lo que no me ha gustado nada de nada ha sido los durísimos insultos que un grupo de aficionados ha propinado -rebuznado, podríamos decir- contra nuestros jugadores. Eran aficionados del Real Jaén, pero más bien parecían del Melilla. El colmo ha sido cuando han empezado a corear con olés los pases de balón que se hacían los melillenses, en la mayor humillación que -entiendo- puede sufrir un futbolista de los suyos.
Pero no está todo perdido. Me refiero a la esperanza. Alguien, que lo estaba pasando tan mal, o peor, como quienes gritaban, se volvía hacia ellos y les decía, en voz baja sin intención de que se enteraran, pero en un clarísimo ejemplo de jaenero hasta la muerte, digo que decía "hombre, para eso quedaos en vuestra casa".
Qué razón que tenía. Con amigos como estos, para qué queremos enemigos.
Por cierto, impresionante Javi Moyano que en algún momento me ha recordado al mítico Rafael Gordillo con sus cabalgadas por la banda, en este caso derecha.
A lo que iba. Lo que no me ha gustado nada de nada ha sido los durísimos insultos que un grupo de aficionados ha propinado -rebuznado, podríamos decir- contra nuestros jugadores. Eran aficionados del Real Jaén, pero más bien parecían del Melilla. El colmo ha sido cuando han empezado a corear con olés los pases de balón que se hacían los melillenses, en la mayor humillación que -entiendo- puede sufrir un futbolista de los suyos.
Pero no está todo perdido. Me refiero a la esperanza. Alguien, que lo estaba pasando tan mal, o peor, como quienes gritaban, se volvía hacia ellos y les decía, en voz baja sin intención de que se enteraran, pero en un clarísimo ejemplo de jaenero hasta la muerte, digo que decía "hombre, para eso quedaos en vuestra casa".
Qué razón que tenía. Con amigos como estos, para qué queremos enemigos.