Seguramente no os supondrá extrañeza alguna esa historia en la que un grupo de piratas no duda en dejar el barco aparcado junto a la costa africana para penetrar a pie en el continente hasta rescatar a la amada del capitán, que fue secuestrada hace tiempo, y de la que ahora han conocido su paradero.
La cosa se vuelve un poco particular cuando añadimos que los piratas deciden llevarse en su misión de rescate todos los enseres del barco, desde los cañones hasta el menaje de la cocina; todo es colocado sobre una enorme ballena que tenían en la nave, y de la que no quieren desprenderse. Así, todos a una, el equipaje sobre la ballena, y la ballena sobre los hombros de todos.
Esta historia más loca que cuerda es la que nos cuenta Juan Muñoz Martín en El pirata Garrapata en África (Ediciones SM. El Barco de Vapor. Madrid. 2001. 137 páginas). Es la tercera aventura de este pirata tan especial, cuyos increíbles viajes no acaban aquí sino que continúan a lo largo de varios libros.
Ya digo que se trata de una historia insólita con tribus africanas que le cortan el pelo a sus víctimas con maquinillas eléctricas; de orangutanes no sólo parlanchines sino impecablemente vestidos con traje y chaleco; y un sin fin de situaciones insólitas dirigidas a niños a partir de nueve años. Al final, final feliz, aunque no del todo. Por cierto, de lo mejor, la tribu de los malos, de los secuestradores, llamada los Tragaldaba, caníbales cuya ciudad es ...grande y hermosa. Grandes casas de barro, árboles, plazas y el gran palacio del rey Mendrugo en el centro. ¡¡¡Toma ya!!!
Abordo esta lectura porque es la primera que le han ordenado a mi hijo Guillermo, de nueve años, en el cole. Yo, como ya sabéis, leo a la par que él, y de esta manera no sólo lo controlo sino que me adentro en mundos en los que no penetraría de no ser por esta cuestión. Espero que la lectura me sirva, al menos, para aprender de un tipo de obras muy particulares que quizá aborde cuando inicie (si alguna vez lo hago) mi etapa de escritor. En esta ocasión estoy un poco desconcertado porque el libro no me ha resultado atractivo; una historia extremadamente simple aliñada con un sin fin de minihistorias esperpénticas que no ayudan más que para despistarte. Yo me pierdo muchas veces... ¿Y un niño de nueve años?.
Le he preguntado a Guillermo y dice que lo único lioso ha sido los muchos nombres de los muchos personajes. (¡!) Lo dicho, a seguir aprendiendo... y quizá a sufrir porque el pasado curso escolar el niño se leyó 36 libros.
La cosa se vuelve un poco particular cuando añadimos que los piratas deciden llevarse en su misión de rescate todos los enseres del barco, desde los cañones hasta el menaje de la cocina; todo es colocado sobre una enorme ballena que tenían en la nave, y de la que no quieren desprenderse. Así, todos a una, el equipaje sobre la ballena, y la ballena sobre los hombros de todos.
Esta historia más loca que cuerda es la que nos cuenta Juan Muñoz Martín en El pirata Garrapata en África (Ediciones SM. El Barco de Vapor. Madrid. 2001. 137 páginas). Es la tercera aventura de este pirata tan especial, cuyos increíbles viajes no acaban aquí sino que continúan a lo largo de varios libros.
Ya digo que se trata de una historia insólita con tribus africanas que le cortan el pelo a sus víctimas con maquinillas eléctricas; de orangutanes no sólo parlanchines sino impecablemente vestidos con traje y chaleco; y un sin fin de situaciones insólitas dirigidas a niños a partir de nueve años. Al final, final feliz, aunque no del todo. Por cierto, de lo mejor, la tribu de los malos, de los secuestradores, llamada los Tragaldaba, caníbales cuya ciudad es ...grande y hermosa. Grandes casas de barro, árboles, plazas y el gran palacio del rey Mendrugo en el centro. ¡¡¡Toma ya!!!
Abordo esta lectura porque es la primera que le han ordenado a mi hijo Guillermo, de nueve años, en el cole. Yo, como ya sabéis, leo a la par que él, y de esta manera no sólo lo controlo sino que me adentro en mundos en los que no penetraría de no ser por esta cuestión. Espero que la lectura me sirva, al menos, para aprender de un tipo de obras muy particulares que quizá aborde cuando inicie (si alguna vez lo hago) mi etapa de escritor. En esta ocasión estoy un poco desconcertado porque el libro no me ha resultado atractivo; una historia extremadamente simple aliñada con un sin fin de minihistorias esperpénticas que no ayudan más que para despistarte. Yo me pierdo muchas veces... ¿Y un niño de nueve años?.
Le he preguntado a Guillermo y dice que lo único lioso ha sido los muchos nombres de los muchos personajes. (¡!) Lo dicho, a seguir aprendiendo... y quizá a sufrir porque el pasado curso escolar el niño se leyó 36 libros.