domingo, 25 de noviembre de 2018

Para los forofos de Potter

El otro día me enteré que la saga Animales Fantásticos es la precuela de Harry Potter. Atraído por conocer cómo habría construido la creadora del mago más famoso de la historia el camino que lleva hasta el chaval de la cicatriz en la frente, vi en vídeo la primera parte de la nueva serie, y he ido al cine a ver la segunda parte titulada Animales Fantásticos: los crímenes de Grindelwald.
La primera parte creo que poco tiene que ver con Potter, y parece estar ahí casi por accidente. En esta segunda entrega -al parecer vienen tres capítulos más- se lo han currado más, y se empiezan a ver algunas cosas que tendrán su recorrido con Potter.
Este Animales Fantásticos es una película entretenida para quien no quiera ir más allá, aunque cansa en muchos momentos por lo complejo que resulta todo. Me decanto por pensar que sí es ideal para los forofos de la saga Potter, ya que son ellos -yo me pierdo con tanto nombre de familias, personajes, magos...- quienes entenderán algunas de las cosas que suceden aquí con lo que ya vieron en Potter, y viceversa.
Fui al cine con varias de estas enamoradas de Potter, y al salir empezamos -más bien empezaron ellas- a contar lo que había ocurrido y a donde llevaba, o de dónde venía, me sentí como si no hubiésemos visto la misma película.
Para los profanos en la magia, no está mal para echar un buen rato. Para los amantes de Potter, es una película obligada de ver.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Extraña Confabulación

Carlos del Amor es un magnífico contador de historias. Lo demuestra cada día con su trabajo en RTVE, y por eso mismo es uno de mis referentes periodísticos de este país. Pero me ha descolocado con Confabulación (Del Amor, Carlos. Espasa. Barcelona. 2017).
Me gusta tanto su trabajo audiovisual que estaba seguro -y deseaba- que daría el salto al mundo editorial. Lo hizo con La vida a veces y, quizá porque mis expectativas eran muy altas, me decepcionó bastante que optara por ofrecernos minihistorias. 
Pero a un referente no lo relegas a las primeras de cambio. Hay que darle otra oportunidad. Así, llegó El año sin verano. Esto ya era otra cosa, y aunque la satisfacción no fue completa por algún tópico repetido, sí que vimos a un Carlos del Amor más cercano al escritor que esperamos.
Confabulación es su tercer libro, y tras leerlo vuelvo a las malas sensaciones. 
Andrés es un tipo normal a quien le detectan una enfermedad mental rara: confabulación (lo he buscado, y es algo que existe realmente). Su mente va por libre en algunos momentos, y eso hace que cree situaciones que no han ocurrido en realidad, pero él las tiene en su mente como ciertas. A partir de este punto inicia un viaje interior que le lleva a intentar averiguar cuáles de sus recuerdos sucedieron y cuáles no.
Confabulación es la historia de una persona que el cuestionar su pasado le lleva a replantearse su presente, y a intentar ser dueño de su futuro. 
El libro empieza con mucha fuerza para coger después una línea más plana porque no sabes si lo que te cuenta ocurre realmente o es una invención más del protagonista. El inicio promete porque te sorprende la confabulación y te intriga por dónde puede ir el resto la historia; pero Del Amor toma un camino que te lleva incluso a no disfrutar con la lectura ya que tienes la sensación de que te están mintiendo; por eso paso páginas por llegar al final, sin demasiada ilusión en ilusionarme. De todas formas siempre tienes la esperanza de que llegue ese giro inesperado que te deje con la boca abierta, y... 
Quizá una de las causas de mi sinsabor sea que tanta reflexión llega a aburrirme. 
Pese a la decepción, sigo confiando en Del Amor. Le daré otra oportunidad.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Sicómoro

El evangelio de San Lucas correspondiente al día de ayer recoge lo siguiente: “... un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicómoro para verlo, porque tenía que pasar por allí”. 
Encuentro una palabra que me llama la atención: sicómoro. Supongo que será un árbol o una planta de gran porte con fuerza suficiente como para aguantar el peso de un hombre, por pequeño que éste pueda ser. Pero en mi vida he escuchado el término. Para salir de dudas acudo al diccionario de la lengua española, elaborado por la Real Academia Española, y esto es lo que encuentro:

SICÓMORO: 1. m. Árbol de la familia de las moráceas, que es una higuera propia de Egipto, con hojas algo parecidas a las del moral, fruto pequeño, de color blanco amarillento, y madera incorruptible, que usaban los antiguos egipcios para las cajas donde encerraban las momias.
2. m. plátano falso.

Duda solucionada.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Tosar, un gran James Bond al servicio de Su Majestad

No recuerdo antes de qué otra película vi el trailer de La sombra de la ley, pero sí tengo claro que me llamó tanto la atención, que a los pocos días estaba en la sala de cine donde la proyectaban.
Yo esperaba algo parecido a Los intocables de Eliot Ness, es decir, la eterna lucha entre policías que hacen bien su trabajo contra colegas corruptos, y por supuesto contra mafiosos, contrabandistas, asesinos... los malos. Y no sólo encontré eso sino mucho más.
La trama se desarrolla en la Barcelona de la España del año 1921. La situación social es tremendamente convulsa, y aunque no sé si la historia se basa en un hecho real, lo cierto es que hablamos del reinado de Alfonso XIII con una forma de gobernar más próxima a la dictadura que a la democracia, y con los militares teniendo un gran protagonismo prácticamente en todas las instituciones. De hecho, el gobernador civil de Barcelona en la película es un militar; y éste ha dado un ultimátum al comisario de la policía: o encuentra en 48 horas a los autores del asalto a un tren militar cargado de armas, o saca el ejército a la calle. Los principales sospechosos son los anarquistas, y no se quiere que puedan estar armados ante la inminente rebelión popular que se masca en al ambiente, con una población cada vez menos próxima al régimen establecido, y en consecuencia cercana a un cambio de la situación cuya opción más viable es unirse a las prácticas anarquistas.
Luis Tosar encarna el papel de Aníbal Uriarte, un polícia de Madrid que llega a Barcelona para ayudar en el esclarecimiento del robo. Pero Aníbal no sólo tiene enfrente a los bajos fondos de la ciudad, sino también a un buen número de policías corruptos cuyo principal interés es el propio.
En este contexto Uriarte empieza a hacer cosas raras, sorprendentes tanto para sus compañeros como para el propio espectador. Es como si su personaje escondiese algo, o igual es sólo una apreciación personal.
Me resulta tremendamente atractiva tanto la historia en sí, como su desarrollo, y especialmente las muchas dudas y contradicciones que debe afrontar nuestro héroe, Aníbal, ante una situación social complejísima donde buenos y malos hay en todos los bandos.
Uriarte viene a ser algo así como nuestro James Bond al servicio de Su Majestad, o el Capitán Alatriste de principios del siglo XX. Su lealtad al país no es cuestionable. Otra cosa es que no sepamos muy bien, o no esté perfectamente claro, qué significa eso, la lealtad al país. 
La película es un más que claro ejemplo de las sombras, y también las luces, que ha habido en el pasado, que hay en el presente, y que seguro siempre habrá en torno a la ley.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Me hago mayor

El otro día leí -o escuché- en algún sitio uno de los síntomas que indican que nos hacemos mayores. A saber: "tu hija te pide un pen-drive para grabar música. Cuando te lo devuelve, no ha borrado las canciones, y tú, llevado por la curiosidad, le echas un vistazo... ¡¡¡y no conoces ninguna!!!. Definitivamente te estás haciendo mayor".
En la reciente Feria de San Lucas (de Jaén capital) he tenido esa sensación. Entrase a la caseta que entrase me sentía perdido ante la música que escuchaba. Tomaba un soplo de confianza con Raphael y Mi gran noche, o el Salta de Tequila, pero poco más. El reggaeton ha impuesto su dictadura. No se oía otra cosa. A mí me sonaba a chino, salvo algún estribillo suelto que creía haber escuchado antes en algún que otro lugar, pero poco más. Sin embargo, todos a mi alrededor, TODOS Y TODAS, lo cantaban y bailaban como si no hubiera un mañana.
Pedí asilo en la caseta Treintaitantos, pero la suerte no fue mejor. No encontré la caseta Cuarentaitantos ni tampoco la Casicincuenta.
¿Dónde estaban Dire Straits con sus míticas Sultans of swing o Money for nothing? ¿Y el We will rock you o el Don´t stop me now de Queen?  Eché de menos cualquier canción de los Rollings, alguna de Pink Floyd, el Born to run de Springsteen, el Corazón espinado de Maná y Santana...
¿Qué hay de los clásicos fiesteros nacionales como el A quién le importa de Alaska y Dinarama, el Pacto entre caballeros de Sabina, cualquiera de Los toreros muertos, el Marta tiene un marcapasos de Hombres G, Miguel Ríos y su Rock de la cárcel...?
¿QUÉ FUE DE LA MÚSICA DE LOS 80 Y DE LOS 90?
No se la ha oído por el ferial en este San Lucas 2018. Ojalá alguien le ponga remedio para próximos años. La he echado mucho de menos. Quizá sea porque... Me hago mayor.