No tengo muy claro si Amenábar, en Mientras dure la guerra, nos habla de la Guerra Civil española, de Miguel de Unamuno, o de la condición humana.
A mí particularmente me ha sorprendido la figura de Unamuno. No conocía esta faceta del escritor, y aunque ya veo que la versión que ofrece la cinta de su figura no está exenta de polémica, para mí ha sido todo un descubrimiento. De hecho, voy a investigar sobre su figura.
¿Quién no tiene en casa un ejemplar de San Manuel Bueno mártir?... Pues eso. Lo que ocurre es que yo lo consideraba como uno de los grandes autores de nuestra historia, pero desconocía el que hubiera sido objeto de discordia por los bandos enfrentados en la guerra. Karra Elejalde está genial, no porque lo haga más o menos bien, sino porque lo teníamos encasillado en historias de humor, y tras ver su GENIAL interpretación, me quedo con la boca abierta. En este tipo de cosas, en la capacidad de asumir registros tan diferentes, es donde se pulsa el verdadero valor de un actor.
En relación a la propia Guerra Civil, entiendo que es complicado para cualquiera aproximarse desde la objetividad, y que el resultado sea una historia imparcial. Aquí los malos son los nacionales, los militares que se rebelan, quienes pegan, detienen y matan a la inocente población. El director parece tenerlo claro en este sentido, aunque en el desarrollo real de la película también nos transmite sus dudas; y lo hace a través del discurso, de la permanente duda en la que se mantiene Unamuno, y que exterioriza en los eternos debates con sus compañeros de café y tertulia.
Aunque hoy día está mal vista aquella persona que cambia su opinión en relación a un tema, recuerdo que hace un tiempo, un sociólogo reconocía que lo normal es lo contrario, es decir, variar la opinión porque por algo tenemos intelecto. Y es el raciocinio lo que nos permite analizar las cosas, los hechos, las situaciones, las ideas... y determinar en cada momento si son blanco, negro o alguno de los muchos tonos de grises que puede haber. Unamuno parece ser un ejemplo de esta teoría, de lo que debería ser normal en la condición humana (según ese sociólogo), y que sin embargo el sentir general la considera anormal.
El tercer elemento que encontramos en Mientras dure la guerra es algo ya conocido: Franco llegó a ser Generalísimo casi por casualidad. Bueno, de chiripa al principio porque fueron las circunstancias lo que llevaron a este militar bobalicón (así lo retrata Amenábar) a situarse al frente de los militares que se rebelaron contra la República. Aunque una vez allí, sí que tuvo claro lo que tenía que hacer -y vaya si lo hizo- para perpetuarse.
Creo que la película es muy recomendable, incluso para los más jóvenes para que aprendan algo sobre esa parte tan importante de nuestra historia pasada que, por lo que vemos en el día a día, parece estar condenada a acompañarnos, y no sabemos hasta cuándo.
Para acabar, quiero destacar la interpretación que Eduard Fernández hace de Millán-Astray. Una auténtica pasada.