Mi sorpresa fue mayúscula, y me provocó cierto sonrojo, cuando descubrí que no estaba ante un libro titulado El Cartero cuyo autor era Pablo Neruda. ¡Ay, ignorante!. Se trata de El Cartero de Neruda, obra de Antonio Skármeta (Ediciones Orbis, 1997), y que versa precisamente sobre eso, sobre la persona que cada día llevaba la correspondencia al genial poeta chileno en su natal isla Negra.
Todo comienza cuando a un periodista de segunda, que trabaja en un periódico de tercera, le encargan la tarea de ir a isla Negra para intentar hacer un reportaje sobre Neruda; se trata de, a través de varias entrevistas, redactar algo así como la geografía erótica del poeta.
Él ve ahí una gran oportunidad y acepta. Aunque el reportaje encargado no acaba de convencerle, decide asumirlo por si, una vez allí, logra la aproximación al poeta y, además del trabajo periodístico, le llega la inspiración para acabar la novela que comenzó hace años. Incluso imagina con que pudiera ser prologara por el propio Neruda y, de esa forma, contar con un pasaporte hacia el éxito editorial, su gran y eterno sueño.
Una vez en isla Negra, el periodista es despachado por Neruda a las primeras de cambio, por lo que centra su trabajo y esfuerzos en contar la vida de Mario Jiménez, el cartero de Neruda.
Mario Jiménez es un poco-motivado-trabajador de la pesca, casi sin oficio ni beneficio, a quien todos insisten para que consiga un trabajo con el que ganarse la vida. Casi por casualidad, opta al de cartero en isla Negra. Tras saber quien es su único cliente, recibe tal motivación que el trabajo pasa a un papel secundario, siendo lo más importante en su vida el acercamiento al poeta.
Tras varios intentos infructuosos, poco a poco Mario no sólo lo consigue sino que logra crear una torpe relación de amistad que, tras pasar por varias etapas -maestro, confidente, celestino, casi padre...- acaba por tener -y a su vez ser tenido- en Neruda a un profundo compañero en este viaje por la vida.
Mini-novela entretenida, llamativa en ocasiones por las situaciones casi de chiste que nos presenta, sencilla en su argumentación, despierta en mí cierto interés por la poesía y por los poetas, y eso que apenas si nos ofrece uno o dos poemas. Me resulta interesante el doble plano que nos ofrece de lo poético: por un lado, el de quien escribe como homenaje a la vida y a sí mismo; por otro, el de quien lee, desde la ignorancia, buscando y encontrando lo que no hay (o sí).
Al final, y como el pez grande siempre se come al chico, el pago por el escribir es el precio más alto: la vida misma.
Todo comienza cuando a un periodista de segunda, que trabaja en un periódico de tercera, le encargan la tarea de ir a isla Negra para intentar hacer un reportaje sobre Neruda; se trata de, a través de varias entrevistas, redactar algo así como la geografía erótica del poeta.
Él ve ahí una gran oportunidad y acepta. Aunque el reportaje encargado no acaba de convencerle, decide asumirlo por si, una vez allí, logra la aproximación al poeta y, además del trabajo periodístico, le llega la inspiración para acabar la novela que comenzó hace años. Incluso imagina con que pudiera ser prologara por el propio Neruda y, de esa forma, contar con un pasaporte hacia el éxito editorial, su gran y eterno sueño.
Una vez en isla Negra, el periodista es despachado por Neruda a las primeras de cambio, por lo que centra su trabajo y esfuerzos en contar la vida de Mario Jiménez, el cartero de Neruda.
Mario Jiménez es un poco-motivado-trabajador de la pesca, casi sin oficio ni beneficio, a quien todos insisten para que consiga un trabajo con el que ganarse la vida. Casi por casualidad, opta al de cartero en isla Negra. Tras saber quien es su único cliente, recibe tal motivación que el trabajo pasa a un papel secundario, siendo lo más importante en su vida el acercamiento al poeta.
Tras varios intentos infructuosos, poco a poco Mario no sólo lo consigue sino que logra crear una torpe relación de amistad que, tras pasar por varias etapas -maestro, confidente, celestino, casi padre...- acaba por tener -y a su vez ser tenido- en Neruda a un profundo compañero en este viaje por la vida.
Mini-novela entretenida, llamativa en ocasiones por las situaciones casi de chiste que nos presenta, sencilla en su argumentación, despierta en mí cierto interés por la poesía y por los poetas, y eso que apenas si nos ofrece uno o dos poemas. Me resulta interesante el doble plano que nos ofrece de lo poético: por un lado, el de quien escribe como homenaje a la vida y a sí mismo; por otro, el de quien lee, desde la ignorancia, buscando y encontrando lo que no hay (o sí).
Al final, y como el pez grande siempre se come al chico, el pago por el escribir es el precio más alto: la vida misma.