Dani Rovira, el protagonista de la película 100 metros, decía hace unas semanas en El Hormiguero -era en una entrevista precisamente por el estreno de la cinta- que tras este trabajo se había dado cuenta de que hay gente en este mundo y en esta vida que juega la partida con la mitad de la baraja, mientras que otros tenemos todas las cartas.
Éste me parece un magnífico resumen de una película basada en hechos reales, y en la que a un joven de 30 años le detectan esclerosis múltiple. Tras asumir lo mejor que puede este durísimo golpe, le hace frente a la enfermedad asumiendo el reto de participar en un Ironman (una de las pruebas deportivas más duras que existen, y que consiste en realizar casi 4 kilómetros nadando en aguas abiertas, 180 kms en bicicleta, y 42,1 kms corriendo).
Creo que todos hemos oído hablar de este enfermedad, pero realmente no sabemos en qué consiste; pues bien, aquí no sólo nos enteramos sino que entendemos lo duro que resulta una incidencia tan brusca en una vida que creíamos tener controlada. En un segundo puede cambiar todo, y entonces lo más simple -de antes- es ahora casi un reto imposible de conseguir.
Ramón -que así se llama el protagonista- lucha denodadamente contra la esclerosis en un claro intento de realizar una vida lo más normalizada posible, y eso cuesta horrores. Su objetivo -el Ironman- no es sólo suyo sino también de su mujer y de su entrenador (su suegro).
Película durísima pero también muy necesaria de ver para que se nos quite tanta tontería que tenemos, aunque no es menos cierto que nadie escarmienta en cabeza ajena.
Además de un tremendo ejemplo de superación, es un canto a la solidaridad, a la amistad, a la familia... en definitiva, a lo que SÍ es realmente importante en nuestra vida, y que no sabemos si lo tenemos, o no, hasta que lo necesitamos.