Tenía ganas de que llegara el mediodía del 27 de noviembre de 2011, y llegó como había previsto: acabando el Maratón de Valencia en menos de tres horas y media.
Al final fue posible, como yo esperaba, pero también duro, muy duro, tremendamente duro.
El inicio fue jodido porque tuvimos (mi cuñao el de Porcuna, y yo) que ir a evacuar a última hora, y mientras llegamos a los urinarios, hicimos cola, nos tocó, y volvimos al cajón de salida... había una cola enorme; tanta que a falta de cuatro minutos para el pistoletazo de salida todavía estábamos empujándonos para intentar entrar en el vallado oficial. Todos nerviosos, la organización no se detenía, comenzaba la cuenta atrás, y si no llega a ser porque unos chavales, harticos ya del asunto, levantaron la valla y todos nos colamos por ahí, a lo mejor todavía estamos haciendo cola.
Tras ese ajetreado inicio, comenzamos la carrera bien, aunque casi con un minuto de retraso, es decir, desde que sonó el pistolezado hasta que pasamos por debajo de la pancarta de salida transcurrió un minuto, más o menos. Por eso había que espabilar, andarse rápido, e intentar perder lo menos posible en esos kilómetros iniciales donde, debido al mogollón, se puede echar por tierra el entrenamiento de más de cuatro meses.
El objetivo, como vengo diciendo desde hace tiempo, era recorrer los 42,195 kilómetros en menos de tres horas y media, es decir, a una media de 4 minutos y 59 segundos el kilómetro. El problema está en que si empiezas a ese ritmo, cuando llegue el kilómetro 30 ó 35 a lo peor no lo puedes mantener hasta el final por el cansancio acumulado. Por eso, diseñamos otra estrategia. Intentaríamos ir toda la carrera a una media de 4'50'' el kilómetro, lo que, de poder mantener el ritmo, nos permitiría un tiempo final de 3h23'58''; con ello nos asegurábamos que, en caso de pinchar al final, tendríamos cierto margen de error. Y menos mal que así lo hicimos porque fue finalmente lo que me pasó.
Las sensaciones fueron buenas, buenísimas desde el principio. En todo momento corríamos muy agusto a 4'50'' el kilómetro, y por debajo, haciendo algunos incluso a 4'28''. Lo dicho, muy bien. Además, disfrutando de la carrera, del ambiente, de los grupos de animación.... y también viendo la cantidad de gente que atrochaba por un montón de calles, no sé bien para qué porque al final lo único que consiguen es engañarse a sí mismos. Y lo peor de todo es que alguno ha venido desde Roma para... ¿hacer el tonto?.
En todo momento comprendía que alcanzaría el objetivo, pero era prudente porque en Málaga me duró la buena sensación hasta el kilómetro 25; en ese punto comprendí que lo pasaría mal, y así fue hasta el final. Por eso fui prudente en esta ocasión, y no eché las campanas al vuelo hasta que llegué al kilómetro 35 a una media de 4'50'', lo calculado. En ese momento fue cuando empezaron a pesar las piernas y no pude seguir el ritmo; mi cuñado sí, y por eso casi clavó al final las 3h23'58''. Yo sin embargo, no podía, y aunque mentalmente lo intentaba, lo único que conseguía -que no es poco- era hacer los kilómetros a unos segundillos más de los cinco minutos. Gracias a la estrategia tenía margen suficiente, y aunque llegué cansado, muy cansado, también lo hice lleno de satisfacción porque ahora sí que todo había merecido la pena.
El tiempo era ya lo de menos una vez bajadas las tres horas y media. La entrada a la meta fue espectacular en una Ciudad de las Ciencias volcada con el maratón. Para salir bien en la foto, empecé a levantar los brazos casi 50 metros antes de la meta (siempre salgo mirando el reloj, pero en esta ocasión no).
Finalmente paré el crono en 3h26'08'' (tiempo real pues el oficial fue de 3h27'02''). El pájaro estaba en el nido.
¡¡¡Joder, qué bien!!!
Al final fue posible, como yo esperaba, pero también duro, muy duro, tremendamente duro.
El inicio fue jodido porque tuvimos (mi cuñao el de Porcuna, y yo) que ir a evacuar a última hora, y mientras llegamos a los urinarios, hicimos cola, nos tocó, y volvimos al cajón de salida... había una cola enorme; tanta que a falta de cuatro minutos para el pistoletazo de salida todavía estábamos empujándonos para intentar entrar en el vallado oficial. Todos nerviosos, la organización no se detenía, comenzaba la cuenta atrás, y si no llega a ser porque unos chavales, harticos ya del asunto, levantaron la valla y todos nos colamos por ahí, a lo mejor todavía estamos haciendo cola.
Tras ese ajetreado inicio, comenzamos la carrera bien, aunque casi con un minuto de retraso, es decir, desde que sonó el pistolezado hasta que pasamos por debajo de la pancarta de salida transcurrió un minuto, más o menos. Por eso había que espabilar, andarse rápido, e intentar perder lo menos posible en esos kilómetros iniciales donde, debido al mogollón, se puede echar por tierra el entrenamiento de más de cuatro meses.
El objetivo, como vengo diciendo desde hace tiempo, era recorrer los 42,195 kilómetros en menos de tres horas y media, es decir, a una media de 4 minutos y 59 segundos el kilómetro. El problema está en que si empiezas a ese ritmo, cuando llegue el kilómetro 30 ó 35 a lo peor no lo puedes mantener hasta el final por el cansancio acumulado. Por eso, diseñamos otra estrategia. Intentaríamos ir toda la carrera a una media de 4'50'' el kilómetro, lo que, de poder mantener el ritmo, nos permitiría un tiempo final de 3h23'58''; con ello nos asegurábamos que, en caso de pinchar al final, tendríamos cierto margen de error. Y menos mal que así lo hicimos porque fue finalmente lo que me pasó.
Las sensaciones fueron buenas, buenísimas desde el principio. En todo momento corríamos muy agusto a 4'50'' el kilómetro, y por debajo, haciendo algunos incluso a 4'28''. Lo dicho, muy bien. Además, disfrutando de la carrera, del ambiente, de los grupos de animación.... y también viendo la cantidad de gente que atrochaba por un montón de calles, no sé bien para qué porque al final lo único que consiguen es engañarse a sí mismos. Y lo peor de todo es que alguno ha venido desde Roma para... ¿hacer el tonto?.
En todo momento comprendía que alcanzaría el objetivo, pero era prudente porque en Málaga me duró la buena sensación hasta el kilómetro 25; en ese punto comprendí que lo pasaría mal, y así fue hasta el final. Por eso fui prudente en esta ocasión, y no eché las campanas al vuelo hasta que llegué al kilómetro 35 a una media de 4'50'', lo calculado. En ese momento fue cuando empezaron a pesar las piernas y no pude seguir el ritmo; mi cuñado sí, y por eso casi clavó al final las 3h23'58''. Yo sin embargo, no podía, y aunque mentalmente lo intentaba, lo único que conseguía -que no es poco- era hacer los kilómetros a unos segundillos más de los cinco minutos. Gracias a la estrategia tenía margen suficiente, y aunque llegué cansado, muy cansado, también lo hice lleno de satisfacción porque ahora sí que todo había merecido la pena.
El tiempo era ya lo de menos una vez bajadas las tres horas y media. La entrada a la meta fue espectacular en una Ciudad de las Ciencias volcada con el maratón. Para salir bien en la foto, empecé a levantar los brazos casi 50 metros antes de la meta (siempre salgo mirando el reloj, pero en esta ocasión no).
Finalmente paré el crono en 3h26'08'' (tiempo real pues el oficial fue de 3h27'02''). El pájaro estaba en el nido.
¡¡¡Joder, qué bien!!!