Me ha resultado extraño correr un maratón en casa. Hasta ahora había participado (y acabado) en 13, y siempre fuera de Jaén. Por tanto, cada vez que planteaba la prueba suponía viajar. Es decir: planificar, contratar un hotel lo más cerca posible de la meta, en ocasiones volar y también conseguir dinero en una moneda diferente al euro, buscar lugares que visitar en la ciudad de destino, hacer turismo después del maratón (y no antes, como erróneamente hice alguna vez)...
En esta ocasión nada de eso era necesario. Correría en la pista de atletismo de La Salobreja, en mi propia ciudad, por lo que el único parecido con los maratones anteriores era realizar el plan de entrenamiento de la manera más adecuada posible, y correr el día de la prueba.
Despejado el fin de semana de cualquier tipo de cita, el sábado lo centré en descansar. A las nueve de la noche estaba ya cenando, y media hora después... en la cama. La carrera, por eso de evitar el calor de Jaén del mes de julio (se corría el día 8), empezaba a las siete de la mañana. Por tanto, había que cenar pronto, e ir temprano a dormir para estar levantado antes de las cinco de la mañana. Esa era la hora prevista para el desayuno, es decir, las dos horas obligadas de digestión antes de la salida.
Me acosté a las 21,30 h pensando que no podría dormir (como me ha ocurrido tantas otras veces), pero no. En pocos minutos estaba ya frito, y me desperté un momento antes de que sonara el despertador. A las cinco estaba ya desayunando... lo habitual, con los nervios también habituales, y -no voy a negarlo- con la sensación de estar un poco loco.
Tras la comida, preparo la mochila y me visto siguiendo el ritual maratoniano de siempre con los muchos matices y detalles que ello tiene. ¡¡Jejeje!! ¡¡Qué cosas!!
A las seis y media estoy saliendo con el coche por la puerta de la cochera, y apenas diez minutos después ya estaba pisando La Salobreja. La organización se afana en los últimos detalles, y ya hay un buen número de atletas: unos haciendo cola para recoger el dorsal, otros vistiéndose, hay quien estira, e incluso alguno realiza las primeras carreras de calentamiento.
Charlo con algún conocido, me doy a conocer con algún desconocido, hago cola para recoger el dorsal... Los cálculos de la organización han fallado, y la carrera no empezará a las siete. Se retrasa la entrega de dorsales y por tanto la colocación de los atletas en sus puntos de salida pues según se corra de manera individual, por parejas o por cuartetos va en un lugar distinto de la pista.
Finalmente estamos saliendo a las 7,25 horas aproximadamente en un gran ambiente. Me parece mentira estar corriendo un maratón en mi ciudad. Es un lujazo. Enhorabuena a quien lo ha hecho posible, y si bien hay alguna cosa que mejorar, espero que la carrera se consolide en el tiempo.
Creo que todos realizamos las primeras vueltas con una sonrisa en la boca. Estamos gente de Jaén, de Murcia, del País Vasco, de Valladolid, de Sevilla... y un británico que va a hacer 50 kilómetros. ¡¡Una máquina!!
Quienes corremos el maratón de manera individual vamos por las calles 1 y 2. La calle 3 la ocupan quienes corren por parejas, mientras que los cuartetos van por las calles 4, 5 y 6.
Yo no soy de los más rápidos, pero tampoco de aquellos que llevan un ritmo más lento. Eso hace que tenga que ir adelantando a algunos, mientras otros me adelantan a mí. Es una especie de juego muy divertido donde nunca sabes cómo vas, pero das ánimos a quienes doblas, y quienes te doblan te dan ánimos a ti. Es una carrera distinta, diferente, especial... tremendamente sabrosa.
El británico corre más que un nublo. Nosotros debemos dar 105 vueltas y media a la pista, y él veinte vueltas más. Va rapidísimo, y lo veo pasar como un rayo. Es tremendamente educado porque no va pidiendo que le dejes pasar por la cuerda, sino que no duda en respetar a los demás, y en ocasiones tiene que salirse a la calle 3 para adelantar. Yo voy continuamente mirando para atrás, y cuando veo que me va a doblar, me salgo a la calle dos y le indico con la mano que pase por la calle 1. Él siempre me da un "Gracias Sir" que me deja con la boca abierta.
Marcho contento, entusiasmado con correr un maratón en Jaén (creo que lo he dicho antes, ¿verdad¿), pero no encuentro a nadie con quien ir a modo de compañero. El resto de corredores va más rápido o más lento que yo, por lo que no hay más remedio que circular en solitario. El gps es mi único compañero, y me indica que voy más rápido de lo que pretendía; mi idea era correr a 5'20''/Km, pero voy a entre 5'00'' y 5'10''. Intento frenarme, pero no lo consigo, y entonces me acuerdo de otras ocasiones en las que me ha pasado lo mismo, y al final he acabado pagándolo. A modo de autoayuda, pienso que esta vez no pasará, que voy muy bien, y que de seguir así lograré bajar de 3h30' cuando mi objetivo era hacer 3h45'.
No hay ninguna pantalla o sistema que indique las vueltas que llevo -ni yo ni ningún corredor- (eso sería algo a mejorar en próximas ediciones), de ahí que la mente deba ocuparla en ello. Procuro ir sumando mentalmente cada vuelta, pero me equivoco una y otra vez. Recurro al presidente de mi club, Pepe, y a otro compañero (ex presidente) Juande; están por allí colaborando y animando, y al pedirles que me miren las vueltas que llevo, no dudan en acudir a los jueces, y a la siguiente vuelta me dan el dato. La mayor alegría me la da Juande: en mi mente iba cuatro vueltas por debajo, y de golpe me coloco 1,6 kilómetros más adelante de lo que yo pensaba. Desde aquí dar las gracias a los dos, y también a Rafa Martos, a quien acudí en alguna ocasión.
Agradecer también la labor de Gaspar Molina, el speaker. Las continuas referencias que va haciendo de los corredores al paso por meta te hace sentir protagonista de la carrera. Al menos así me sentía yo cada vez que decía mi nombre y algún chascarrillo sobre mí. Grandísimo trabajo, Gaspar, el que realizas.
A medida que pasan lo kilómetros el cansancio se va haciendo más presente, pero logro mantener el ritmo. Hasta la media maratón conservo los cuatro minutos por debajo del tiempo objetivo, y al llegar al kilómetro 30 la rebaja se ha quedado en poco más de dos minutos. En el 30 es cuando creo que empieza realmente el maratón, y las fuerzas me empiezan a flaquear. Las piernas dan los primeros síntomas de ponerse rígidas y ya no marcho tan bien como antes. ¡¡Claro, si es que esto es un maratón, y aquí no es cómo empiezas sino cómo acabas!!
La bajada de ritmo es brutal, y al pasar por el km 40 ya circulo ocho minutos más lento del tiempo inicial previsto. Pero no puedo ir más rápido. Me es imposible. El objetivo es ahora acabar, acabar manteniendo el tipo. No sé si lo consigo porque los dos últimos kilómetros (y 195 metros) los hago a más de seis minutos... pero me animo un poquito cuando los jueces, Gaspar y Juande cantan que me quedan cuatro vueltas, tres, dos... y la última.
¡¡Ya sí que acabo!!
Da igual el tiempo. Acabo el maratón de mi tierra. Me salgo a la calle tres para entrar en meta, levanto los brazos, saludo a Juande, y a Gaspar, y cruzo la meta. Paro el crono en 3h56'01''. Da igual. Es el peor tiempo de todos los maratones que he corrido en mi vida, pero no importa. Es en mi tierra, y ha merecido la pena.
Enhorabuena a quienes lo han hecho posible. Ojalá se siga celebrando, y yo intentaré estar en la línea de salida... y de meta.