“Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos” (Steve Jobs, co-fundador de Apple)
miércoles, 28 de marzo de 2012
Pila con solera
jueves, 22 de marzo de 2012
Piquete informativo en el botellón
domingo, 18 de marzo de 2012
Día completo y con sustancia
jueves, 15 de marzo de 2012
Lo que hace la necesidad
domingo, 11 de marzo de 2012
¿Qué hacer ante la huelga?
Las cartas están ya encima de la mesa. Los sindicatos han confirmado la convocatoria de huelga general para el próximo 29 de marzo, y hoy han realizado una especie de simulacro con manifestaciones por todo el país. Piden al Gobierno que rectifique y evite el parón. Rajoy dice tenerlo claro, y asegura que no va a dar marcha atrás.
A partir de estas dos posturas, totalmente distantes y enfrentadas, las gentes/instituciones/partidospolíticos/organizacionesdetodotipo/etc se suman a una u otra.
Yo debo confesar que no lo tengo claro. Nada claro. Y lo he intentado. Desde que se anunciaron las reformas que dan origen a la huelga he estado leyendo e informándome aquí y allá para hacerme una idea de si la reforma es buena o mala. A día de hoy creo que es mala para quienes tienen trabajo, porque supone una disminución de sus derechos; pero parece ser que a la vez es buena para aquellos que están en el paro porque supone una mejor opción para incorporarse al mercado laboral. ¿Es entonces razonable convocar una huelga? ¿Y sumarse a ella?. Aún me encuentro en esta fase de... pensamiento.
Aunque el otro día alguien introdujo un nuevo elemento en este debate personal. José García Roa, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Jaén y tertuliano de ondajaén radio, se mostraba totalmente contrario a la huelga, y decía que los sindicatos actuales están anclados en el pasado, con una concepción del sindicalismo más propia del siglo XIX. Decía esta incuestionable voz autorizada en la materia económica que los sindicatos “entienden que hoy día el trabajador busca trabajar lo menos posible y ganar lo más posible, mientras que el empresario busca conseguir los mayores beneficios a costa de explotar a sus empleados, y él -el empresario- moviendo los cables desde su chalé, magníficamente vestido, y conduciendo un coche de alta gama”.
Sin embargo, continuaba García Roa, “esto no ocurre”. Como ejemplo ponía a la provincia de Jaén. “¿Sabéis cuántas SA hay en la provincia de Jaén? (preguntaba). Unas 500. ¿Y SL?. Unas 5.000. ¿Y autónomos?. Casi 30.000”. Es decir, “que el empresario tipo, mayoritario, hoy día es un currante que está toda la jornada laboral con el mono puesto, trabajando codo con codo con sus empleados, y que cuando alguien acude a la empresa preguntando por él no se le distingue del resto de trabajadores”.
Interesante, ¿verdad?. Otro dato para la reflexión. Ya hablaremos.
martes, 6 de marzo de 2012
Decir lo nombres, o no decirlos.
No sé si es real, o no, el cabreo que presuntamente se habría producido en el sector aceitero al hilo de la denominada Operación Lucerna (esa actuación policial por la que la Guardia Civil habría desmantelado una red que compraba aceite de aguacate y de palma procedente de Sudamérica para, después, hacer las mezclas oportunas y venderlo como aceite de oliva virgen extra).
Utilizo el término "presunto" porque, según publicaba ayer Diario Jaén, el sector estaría que arde reclamando al Subdelegado del Gobierno que se diga públicamente las empresas aceiteras que han participado en el fraude, en lugar de limitarse a hablar de forma genérica de la provincia de Jaén. Y hablo de "presuntamente" porque el Subdelegado también ha dicho que aquellos que se han puesto en contacto con él para pedir información se les ha facilitado, siempre dentro de lo que permite la investigación y la legislación.
Al margen de que esto haya sido así, o no, y de que detrás de todo ello pueda haber cosas que trascienden lo meramente informativo, o no, sí me resulta tremendamente atractivo el debate que suscita: ¿debe decirse el nombre de los fulleros?.
Y digo esto porque me consta que la Junta de Andalucía realiza inspecciones/controles periódicos con numerosos alimentos, entre ellos el aceite de oliva, para ver si son lo que realmente dicen ser; y prácticamente siempre descubren alguna marca fraudulenta. La cosa se solventa con una sanción administrativa, es decir, con una multa pero nunca dando públicamente los nombres de los tramposos. Y eso no pasa sólo con el aceite sino con otros productos; de hecho, me consta que alguna empresa jamonera sevillana tuvo que gastarse una pasta en decir que ella no hacía fraude en la venta de sus jamones cuando trascendió una información sobre venta fraudulenta de este producto, y todos los ojos se volvían hacia ella. Se gastó una pasta para limpiar.... digamos, su buen nombre. Y el fullero, una simple multa, y se va de rositas.
Está claro. Hay que decir al culpable desde el primer momento, aquel en el que pueda decirse, para que sea el defraudador quien deba convencer a su clientela de que ya no le va a engañar más.