Ese fue mi primer pensamiento tras pasar las páginas iniciales de El regreso del Catón (Asensi, Matilde. Editorial Planeta. Colección Booknet. Barcelona. 2017).
Venía de dos experiencias (una con Bertrand Russell y otra con Julio Llamazares) nada positivas, y el reencuentro con Ottavia, Farag y Kaspar ha sido... ES-PEC-TA-CU-LAR. Más que leer, he devorado las casi 600 páginas de esta segunda parte de El último Catón. Durante toda la obra he estado enganchadísimo, y nunca he leído el tiempo que tenía previsto sino bastante más porque me resultaba imposible parar. Tanto que en más de una ocasión me he obligado a dejarlo porque tenía un millón de cosas que hacer, y cuando tenía el libro en mis manos me metía tanto en la historia que lo demás no importaba.
Ottavia, Farag y Kaspar se embarcan en una nueva aventura en la que deberán descubrir si Jesucristo murió realmente y no resucitó. ¿Será cierto que sus restos y los de toda su familia están ocultos en algún lugar del mundo?
La obra es apasionante. La continua aparición de elementos históricos, o no; las dudas que surgen, directamente o entre líneas, ante algunas de las cosas que suceden; las luchas internas de algunos personajes y los secretos que parecen ocultar... mantienen al lector atentísimo a todo cuanto acontece en todo momento porque un simple parpadeo puede hacer que se te despiste un detalle que puede ser fundamental. No hay momento para la tregua, y tanto la historia principal como las secundarias con las que Asensi va alternando el punto de interés están gestionadas con maestría.
Me temo que no habrá tercera entrega, pero sería una delicia.
Por cierto, he reafirmado una vez más aquella teoría del doctor José María Sillero que decía: hay tanto por leer y tan poco tiempo en esta vida que cuando no disfrutas con un libro, hay que dejarlo y pasar a otro. La lectura de El regreso del Catón ha sido increíble de principio a fin, un disfrute continuo, por lo que debo intentar (reconozco que me cuesta aparcar un libro empezado) aplicar la teoría de Sillero en lugar de dar excesivas oportunidades que no llevan a ningún sitio.