Hace algún tiempo, por casualidad, escuché una entrevista en una emisora de radio nacional; era a un escritor que había publicado un libro sobre la cruzada que iniciaron en el año 1212 miles de niños para rescatar Jerusalén. Me quedé enganchado tanto por el discurso del entrevistado como por las buenas formas (y fondo) de la entrevistadora. El colmo llegó cuando aclararon que el escritor era de Jaén: Emilio Lara.
Le conté la historia a mi compañera Marisi. Mi intención era descubrirle esa brillante mente -así me pareció a mí- que teníamos en Jaén, para que la entrevistara en el magazine que ella conducía en Ondajaén Televisión. Pero llegaba tarde. Emilio Lara era un colaborador habitual del programa. De hecho, había prometido que todos los libros que publicase tendría en Ondajaén su parada inicial; al parecer, así lo había hecho con su primer libro, y le había ido muy bien.
Me quedé con la boca abierta, y conté la nueva historia en casa. Se rieron de mí. Emilio Lara no era un desconocido sino todo lo contrario. Era esa fantástico profesor de Historia que mi hijo tenía en el instituto. Me había hablado infinidad de veces de lo bueno que era, de lo bien que le caía a toda la clase, de lo mucho que aprendían con él, del modelo que representaba para todos lo alumnos... y también me habían dicho que era escritor.
Como no creo en las casualidades, y menos cuando hay tantas a la vez, era obligado leerlo. En lugar de empezar por su primer libro, lo he hecho con el que acaba de publicar: Tiempos de Esperanza (Lara, Emilio. Edhasa. Barcelona. 2019).
El libro no tiene una trama única, sino cuatro. Cuatro historias que se desarrollan de manera autónoma, pero con algún elemento que las enlaza de manera puntual, y que al final pueden coincidir, o no, pero donde sus protagonistas viven situaciones muy diferentes en un mismo contexto histórico.
Por un lado tenemos a ese pastorcillo, Esteban, que lidera la cruzada de niños para rescatar los Santos Lugares.
Raquel es la protagonista de otro de los hilos. Judía perseguida, va en busca de su marido para intentar volver su vida a la normalidad. En el camino encuentra a otra mujer en su misma situación, Esther, y juntas viven esta aventura en la que les va la vida.
Francesco es un sacerdote muy cercano al Papa y con mucha influencia sobre Su Santidad; precisamente por ello tiene a la curia en su contra. Pero en sus principios está hacer el bien por encima de la política; y aunque eso le acarrea algún problema, también se lleva alguna inesperada sorpresa marcada por la complejidad.
Cerramos la presentación de nuestros protagonistas con Muhammad al-Nasir, el califa asentado en Sevilla que pretende conquistar todo territorio que se interponga en su camino hasta llegar a Roma, someter al Vaticano, y hacer de sus fuentes un abrevadero para sus caballos.
Como podréis imaginar empecé la lectura del libro con una doble predisposición positiva: primero, por lo que os he contado al principio, y segundo, porque me gusta mucho la novela histórica.
El desarrollo de la trama, o las tramas, me resulta lento al principio; creo que van pasando pocas cosas, o al menos no suceden al ritmo que a yo prefiero. Pero esa falta de celeridad la suplo con el interés que despierta el ir de un escenario a otro de una manera rápida porque los capítulos son muy cortos.
A medida que avanza la lectura me va enganchando, y llega un punto en el que estás deseando que lleguen los finales. Que llegan.
Debo reconocer que no me gustan los excesos en la descripción, y sin embargo Emilio Lara se regocija en ese arte: no sólo descripciones de lugares, sino de situaciones, de personajes, estados de ánimo, vestimentas... En algún momento llego a desesperarme por tanto y tan alto nivel de precisión, pero también os reconozco que Lara hipnotiza con el lenguaje; tiene un dominio de cada palabra, y una precisión en su uso (tanto de manera individual como asociada a otra o a una idea), que en numerosas ocasiones he quedado con la boca abierta, maravillado ante la descripción de olores que parezco estar oliendo; de situaciones que parezco estar viviendo; de sentimientos que parezco estar viviendo; de pensamientos que parece sean míos.
Es mi primera incursión en la obra de Emilio Lara, y ya os avanzo que no será la última.