Ya ha acabado el jueves, segundo día de estas vacaciones especiales, y la cosa ha sido un poquito más complicada. Sí, porque Guillermo tiene examen mañana viernes, y hemos pasado prácticamente toda la tarde estudiando y repasando. Tenía varias cosas previstas para hacer con él y con Lucía, pero no ha podido ser.
Al margen de esto, todo bien. Aunque hay un cosilla que me ha fastidiado bastante. Me he tirado buena parte de la mañana preparando la comida (huevos rellenos), y cuando estamos comiendo lo único que se les ocurre decir a los niños es que los huevos blancos (los de mahonesa) están más malos que los que hace mamá. ¡Será posible!
Lo peor de todo es que me he dado cuenta que no se valora suficientemente el trabajo realizado -preparar la comida-, y en el que se ha invertido bastante tiempo. No lo digo por hoy, sino por el resto del año cuando la comida la prepara Alicia. Nos limitamos a cuestionar si ha estado acertada, o no, a la hora de guisar; acabamos en veinte minutos con lo que hay encima de la mesa; y punto pelota. Ni un simple Ha estado muy bueno, o un agradecido ¡Qué rico!. Nada de nada. Hoy lo he sentido yo, e imagino que también lo sentirá ella cuando todos estamos en el papel que han jugado hoy los niños. Habrá que cambiar esto.
Uno de los momentos más espectaculares del día ha sido, precisamente, el de preparar la comida. Me ha recordado a mis tiempos de estudiante universitario. De hecho, la situación ha sido prácticamente la misma. Colocado mi delantal de El Padrino, enchufada la radio escuchando a Manoli y Pedro en Onda Jaén, y ¡a cocinar! una de mis especialidades: huevos rellenos. ¡Qué tiempos aquellos!. Y me ha pasado como entonces, es decir, que mientras cocino voy probando lo cocinado... Si me descuido, me lo como todo.
A ver cómo se da el viernes.
Al margen de esto, todo bien. Aunque hay un cosilla que me ha fastidiado bastante. Me he tirado buena parte de la mañana preparando la comida (huevos rellenos), y cuando estamos comiendo lo único que se les ocurre decir a los niños es que los huevos blancos (los de mahonesa) están más malos que los que hace mamá. ¡Será posible!
Lo peor de todo es que me he dado cuenta que no se valora suficientemente el trabajo realizado -preparar la comida-, y en el que se ha invertido bastante tiempo. No lo digo por hoy, sino por el resto del año cuando la comida la prepara Alicia. Nos limitamos a cuestionar si ha estado acertada, o no, a la hora de guisar; acabamos en veinte minutos con lo que hay encima de la mesa; y punto pelota. Ni un simple Ha estado muy bueno, o un agradecido ¡Qué rico!. Nada de nada. Hoy lo he sentido yo, e imagino que también lo sentirá ella cuando todos estamos en el papel que han jugado hoy los niños. Habrá que cambiar esto.
Uno de los momentos más espectaculares del día ha sido, precisamente, el de preparar la comida. Me ha recordado a mis tiempos de estudiante universitario. De hecho, la situación ha sido prácticamente la misma. Colocado mi delantal de El Padrino, enchufada la radio escuchando a Manoli y Pedro en Onda Jaén, y ¡a cocinar! una de mis especialidades: huevos rellenos. ¡Qué tiempos aquellos!. Y me ha pasado como entonces, es decir, que mientras cocino voy probando lo cocinado... Si me descuido, me lo como todo.
A ver cómo se da el viernes.