domingo, 24 de agosto de 2014

Bye, bye, Vietnam!!!


Dicen los entendidos que el arte de hacer reír es de los más difíciles que existe. Por eso mismo hay que valorar en su justa medida a aquellos que con su ingenio y trabajo hacen que nuestra vida sea un poquito más divertida, o al menos que encontremos esos momentos para la risa que tanta falta nos hace.
¿Habéis intentado alguna vez hacer reír a alguien? Intentadlo y veréis qué complicado. Por eso mismo quisiera dedicar este Catite a uno de los mejores actores cómicos que han existido: Robin Williams.  Nos dejó hace unos días, y el llanto fue prácticamente unánime en todo el mundo ante la muerte de uno de los más grandes.
Pero Robin Williams no solo hizo reír, sino que en su larga filmografía también hizo llorar. Es un dato más de su genialidad como actor. 
Yo no voy aquí a ensalzar su figura hasta el empalago. Simplemente quiero destacar mi admiración por uno de sus personajes y una de sus películas. Peliculón: ¡¡¡¡Goooooooooooood morning, Vietnam!!!!.
Durante varios años utilicé ese grito de guerra para abrir cada mañana el programa informativo que conduje en Ondajaén Radio. Era una forma diferente de dar los buenos días a los oyentes, y además con un gran mensaje detrás: la palabra Vietnam, con todo lo que conlleva en el contexto en el que se pronuncia, y especialmente si hemos visto la película porque en esas tres palabras se concentra todo su significado.
Quizá sea un coleccionista compulsivo de cosas extrañas, y quizá en esa afición podamos encuadrar mi búsqueda de películas sobre la radio. En Good morning, Vietnam encontramos una de las mejores, con un locutor, Robin Williams, que con la excusa de hacer reír o divertir, va mucho más allá. Se pasa tanto, que le cuesta el trabajo y casi la vida.
Si queréis entenderlo al completo, ved la película. Arriba tenéis el trailer. A ver si os engancha, y si a alguno os entra el gusanillo, no dudéis en poneos en contacto conmigo y os recomendará otros títulos de películas de radio también muy buenas.
Acabo. Robin Williams y su ¡¡¡¡Gooooooooooooood morning, Vietnam!!!! marcaron, y de qué manera, una parte de mi vida profesional; fue de las más inolvidables, tanto que su filosofía quedó impregnada en mi hacer periodístico. 
Todo un lujo haberla disfrutado. Bye, bye, Robin. See you...

sábado, 23 de agosto de 2014

Jubilaciones merecidas

Los que somos aficionados a esto del running tenemos claro que uno de los principales elementos para conseguir nuestros objetivos es contar con unas buenas zapatillas. En un primer momento no le das importancia, pero a medida que te vas metiendo en el mundillo, te das cuenta de que -como en todo- hay infinidad de posibilidades para que cada corredor, en función de sus necesidades y características, utilice la que mejor se adapta a sus exigencias.
En los muchos años que ya llevo corriendo he probado numerosas zapatillas, y aún hoy en día sigo probando marcas y modelos, aunque tengo que reconocer que siento debilidad por algunas y algunos, de ahí que casi siempre haya alguna zapatilla de mis preferidas en mi armario.
En los últimos meses he jubilado tres pares. Ha sido incluso difícil deshacerme de ellas por lo mucho que hemos pasado juntos, y lo bien que han hecho su trabajo. 
El 20 de octubre del año 2013 dejé de utilizar una de las mejores zapatillas que he usado: unas Brooks Launch (las negras con ribetes grises que podéis ver en la foto de arriba, junto a las New Balance azules). Zapatillas mixtas para corredores no demasiado pesados -entonces yo rondaba los 75 kgs-, e ideales para distancias no demasiado largas. Empecé a utilizarlas el 30 de septiembre del año 2011, y las he destinado especialmente para competiciones de hasta media maratón, y entrenamientos rápidos. En total he recorrido con ellas 805,9 kilómetros entre los que se encuentran 10 medias maratones. Por cierto, mi última carrera con ellas fue la media maratón de Jaén del año 2013.
El pasado 24 de diciembre (del año 2013) pasé a la reserva mis magníficas New Balance 1080 (las azules de la foto de arriba, esas que hay junto a las Brooks Launch negras con ribetes grises). Es mi marca y mi modelo preferidos. Para corredores de hasta 80-85 kgs, aguantan bien tanto distancias cortas como carreras más largas como el maratón. Empecé a utilizarlas el 9 de febrero del año 2012, y hasta su jubilación -el pasado diciembre- he recorrido 1.020,320 kms. Cientos de kilómetros de entreno (bastantes de entre 25 y 30 kms) en la parte final de su vida, su principal uso ha sido para correr los maratones de Sevilla y Ámsterdam, aunque también participé con ellas en una media maratón.
Las últimas que he jubilado han sido las impresionantes Saucony Triumph 9 (las de rejilla blanca y adornos verdes de aquí al lado). He de decir que son a las que mayor partido les he sacado. Recuerdo que cuando las compré eran muy caras, pero surgió una oferta en una página web de internet, y me hice con ellas pese a que me estaban un número grande. ¡¡Qué gran compra aquella!!. El primer uso se lo di el 9 de febrero de 2013, y el último hace unos días, el 12 de agosto de 2014. Prácticamente no he competido con ellas (solo una media maratón y alguna carrerilla que otra), pero en este año y medio he recorrido con ellas la friolera de 1.113,515 kilómetros; prácticamente todos ellos de entrenamiento para preparar varias maratones y los 101 kms de Ronda, es decir, que he realizado muchas tiradas cortas pero también bastantes de en torno a 30 kms.
Familiares cercanos son los principales beneficiarios de estas jubilaciones; bueno, de todas no, porque aquellas zapatillas con las que corro un maratón pasan a formar parte de mi particular museo atlético.
Tras la satisfacción del trabajo bien hecho, mis queridísimas Launch, NB 1080 y Triump 9 están ya en su segunda actividad. Modelos de garantía en los que yo, por supuesto, sigo y seguiré confiando.

miércoles, 20 de agosto de 2014

¡Jodida vida!

En los últimos años me he hartado de lamentar que a los niños, en el cole (Infantil y Primaria), no hagan más que ponerle todo fácil en exceso, realizando continuos exámenes de recuperación para quienes suspenden los controles de cada tema. Parece que el objetivo sea aprobar a toda costa.
Tampoco veo con buenos ojos que a nuestros niños del fútbol (ojo, yo soy uno de los entrenadores) los tratemos con guante de seda, mimándolos continuamente, sin exigir un esfuerzo o un sacrificio para poder jugar.
En ambos casos (en el primero a los padres y madres colegas, y en el segundo también a los padres así como a los propios niños) he soltado un millón de veces el discursito -ellos los saben- de que la vida es muy jodida, y salvo rarísimas excepciones, no te ofrece segundas oportunidades. De ahí que a los niños, desde pequeños, debamos ir preparándolos para defenderse en esa jungla que es el día a día de los adultos porque, igual que en la naturaleza, esto es la ley del más fuerte. Sin embargo, digo una cosa pero luego hago la contraria. Espero no estar equivocado.
Todo esto me vino a la cabeza durante una de mis últimas visitas al cine. Fue para ver Bajo la misma estrella, y la verdad es que mis razonamientos iniciales vienen que ni a pelo.
Una pareja de adolescentes, él enfermo de cáncer y ella de algo muy raro, que se conocen, se hacen amigos, y de ahí pasan a vivir una historia de amor condicionada por sus dolencias.
A priori podríamos creer que al final la vida les sonreirá y podrán vivir felices y comer perdices. Pues no. Lo avisa la peli desde el principio. Esta jodida vida, ya lo dije antes, no suele ofrecer segundas oportunidades, y así se ve reflejado en esta película, dura por momentos, pero también tremendamente gratificante en muchos otros ya que nos permite ver lo afortunados que somos ya que, aunque no le demos importancia por lo rutinario que nos resulta, disfrutamos en nuestro día a día de cosas muy simples que para otros sería el mayor de sus deseos.
No me arrepiento de haber ido a verla, pero también reconozco que no volvería a hacerlo. Es una película para sufrir, para llorar -creo que nadie de la abarrotada sala se libró de soltar alguna lágrima-, aunque también de superación, resignación a veces, lucha continua, amor, amistad... Pero de nada sirve todo esto porque el final no es feliz sino todo lo contrario.
¡Qué jodida pero qué grande es esta vida!
Id a verla.