Dicen los entendidos que el arte de hacer reír es de los más difíciles que existe. Por eso mismo hay que valorar en su justa medida a aquellos que con su ingenio y trabajo hacen que nuestra vida sea un poquito más divertida, o al menos que encontremos esos momentos para la risa que tanta falta nos hace.
¿Habéis intentado alguna vez hacer reír a alguien? Intentadlo y veréis qué complicado. Por eso mismo quisiera dedicar este Catite a uno de los mejores actores cómicos que han existido: Robin Williams. Nos dejó hace unos días, y el llanto fue prácticamente unánime en todo el mundo ante la muerte de uno de los más grandes.
Pero Robin Williams no solo hizo reír, sino que en su larga filmografía también hizo llorar. Es un dato más de su genialidad como actor.
Yo no voy aquí a ensalzar su figura hasta el empalago. Simplemente quiero destacar mi admiración por uno de sus personajes y una de sus películas. Peliculón: ¡¡¡¡Goooooooooooood morning, Vietnam!!!!.
Durante varios años utilicé ese grito de guerra para abrir cada mañana el programa informativo que conduje en Ondajaén Radio. Era una forma diferente de dar los buenos días a los oyentes, y además con un gran mensaje detrás: la palabra Vietnam, con todo lo que conlleva en el contexto en el que se pronuncia, y especialmente si hemos visto la película porque en esas tres palabras se concentra todo su significado.
Quizá sea un coleccionista compulsivo de cosas extrañas, y quizá en esa afición podamos encuadrar mi búsqueda de películas sobre la radio. En Good morning, Vietnam encontramos una de las mejores, con un locutor, Robin Williams, que con la excusa de hacer reír o divertir, va mucho más allá. Se pasa tanto, que le cuesta el trabajo y casi la vida.
Si queréis entenderlo al completo, ved la película. Arriba tenéis el trailer. A ver si os engancha, y si a alguno os entra el gusanillo, no dudéis en poneos en contacto conmigo y os recomendará otros títulos de películas de radio también muy buenas.
Acabo. Robin Williams y su ¡¡¡¡Gooooooooooooood morning, Vietnam!!!! marcaron, y de qué manera, una parte de mi vida profesional; fue de las más inolvidables, tanto que su filosofía quedó impregnada en mi hacer periodístico.
Todo un lujo haberla disfrutado. Bye, bye, Robin. See you...