Resulta más que evidente el argumento del último libro que he acabado con solo ojear el título: El día de la cuenta: Juan Pablo II a examen (Jesús López Sáez. Meral Ediciones SL. Madrid, 2005. 532 págs).
Efectivamente. Estamos ante un juicio al penúltimo Papa que ha dirigido a la Iglesia Católica, y paradójicamente uno de los más queridos, al menos, por los fieles. Por eso mismo, por lo popular, carismático, amado, alabado... que fue y aún hoy sigue siendo Juan Pablo II (casi desde el día de su muerte se inició proceso para hacerle Santo), me atrajo la lectura de este libro dado que era ir contra el sentir mayoritario, y eso es algo que yo suelo prodigarme bastante.
Tuve conocimiento del libro por un reportaje visto en televisión, y al día siguiente llegó a mis manos cuando, tras comentarle de su existencia a un conocido, éste me dijo que lo tenía. Sorprendido (yo), entendí que a lo mejor era una señal divina para que iniciara su lectura. Y a ello me puse.
Con el tomo en mis manos supe que no es la primera vez en la que el autor le da leña al Papa, sino que ya hizo lo propio en un libro anterior: Se pedirá cuenta.
Este examen a Karol Wojtyla es por la responsabilidad que pudo haber tenido en la muerte de su antecesor Albino Luciani (Juan Pablo I); no lógicamente porque fuera el responsable de la misma, sino por la nula investigación posterior realizada por el Vaticano sobre dicha muerte, y a la que Jesús López se refiere como "esa herida mal cerrada".
Ante este contexto me resultó tremendamente atractivo el libro, tanto por los planteamientos realizados por el autor, como por su forma de actuar en la que manda copias a determinados obispos y cardenales, algunos de los cuales vienen a darle su bendición para que siga adelante, mientras que otros se oponen frontalmente. Un ingrediente más que da sustancia a la obra.
Tras un inicio ciertamente que engancha, creo que López Sáez pierde un poco el norte, o al menos yo sí que me pierdo, cuando empieza a hablar de conexiones por todos sitios entre banca, mafia y Vaticano; además de realizar continuas referencias a la también participación del Opus Dei y la masonería.
Sigue perdiendo atractivo cuando el análisis de Juan Pablo II se remonta a su etapa de obispo y cardenal, y a cuestionar muchas de las actuaciones realizadas entre las que me llama la atención la campaña que venía realizando el propio Wojtyla desde hacía décadas para llegar a ser Papa.
Ese interés inicial va tornándose en un sentimiento de insoportabilidad al libro que, en ocasiones, se convierte casi en animadversión. De hecho, en varios momentos estuve por abandonar su lectura haciendo bueno aquello de "Hay tantas cosas por leer en este mundo y la vida es tan corta, que debemos seleccionar muy bien lo que se lee". Sin embargo, decidí seguir adelante con la esperanza de que la tendencia mejorara. Pero fue a peor. El colmo lo encuentro en esas páginas finales en las que se enjuicia prácticamente todo el papado de Juan Pablo II, llegando en un último momento a analizar la situación política internacional de la época en algo que, para mí, está fuera de lugar, al menos con el planteamiento inicial de la obra. Es más, me parece que lo que se hace es un juicio a la labor apostólica de Wojtyla, y eso, lejos de ser novedad, es algo que se puede aplicar, no ya a cualquier Papa, sino a cualquier responsable público e incluso persona privada.
Estaríamos, por tanto, ante otra cosa y no ante ese examen a Juan Pablo II por lo ocurrido con Juan Pablo I. O, al menos, gran parte de la obra se destina a ese otro objetivo que, insisto, no es lo que yo buscaba encontrar.
Tan dura me ha resultado la lectura del libro, que he tardado once meses en dar fin a una especie de suplicio que, en la confianza de que una segunda ocasión sea objeto de mayor aprovechamiento por mi parte, tengo intención de abordar pero una vez haya leído su antecesor.